En OPINIÓN LIBRE |

ACUARELAS TANTARINAS: Mi primer libro

Me senté sobre una carona y empecé a hojear, luego a leer y después a releer. Había encontrado mi primer libro titulado "La cabaña del Tío Tom" de Harriet Beecher Stowe.

 

Por: Esteban Saldaña Gutiérrez

Ingeniero Industrial

 
Las casas en Tantarà son en su mayoría hermosas, grandes, espaciosas, de adobe y techo de tejas, con patio y jardín interior, con balcones de madera. La casa del abuelo Nicolás  no escapa a esta descripción, queda  en la esquina de  la pampa florida,   separado del estadio solo  por un arroyuelo, que nace en el puquio Ornucacc, que en  antaño proveía  de agua  a  los “pampinos”.

Por la puerta principal, la que  da a la pampa,  se ingresa a la salita, que tenía piso de tierra  y  se encontraba  desprovisto de todo tipo de adornos, contaba   solo  con  bancas de eucalipto,   cubiertos por pellejos de  carnero  a modo de cojines y una cola de vaca que servía como colgador de peines.  Una pequeña entrada, sin puerta y cubierto por una cortina de tela,  separaba el dormitorio principal,  que estaba  compuesto  por  tres camas,  una máquina de coser y  un baúl, donde guardaban galletas y caramelos,  que mi tío Demetrio enviaba para “Ostavito”,  el último de sus hijos que vivía con los abuelos. Del dormitorio,  una puerta regular  nos invitaba  a pasar a un patio grande, reino de patos y gallinas, servía  además de tendedero. A un costado una huerta grande, circundada por un arroyo,  donde sembraban cebolla china, ají, perejil, manzanilla  y otras especerías, que mamá Conce  usaba en la cocina. Había también una frondosa  planta de Capulí  rellenita de frutos.

Cruzando el patio estaba  la cocina, con una mesa regular  y tablones de madera a manera de sillas.  Al fondo el fogón y   sobre ella la “chaclana” con hermosos quesos,  en la pared la callana, tostadora de cancha. Del techo colgaba una  canasta donde se guardaba  los platos, cucharas y otros utensilios. Una maquinita de moler maíz para la machca  y un   batan  verdoso de tamaño regular completaba lo necesario.

Entre la cocina y la despensa Papá Nico  había acondicionado una conejera, que contaba con tuneles pequeños, pasadizos  interiores, donde los conejos se escondían, jugaban y  dormían.

Pasando se encontraba la despensa, que  era grande,  lóbrega,  oscura, se andaba casi a tientas. Allí, en uno de los lados se guardaban los aparejos y caronas de la caballería: al costado lampas y barreta junto  el arado y  el  yugo. AL otro lado los alimentos del año, los tubérculos distribuidos en colcas, para que no se malogren y mantengan su sabor. Los granos en costales. El charqui guardado en redecillas que colgaban del techo. Allí, en esa oscuridad,  reposando sobre adobes  subsistía un antiguo y envejecido baúl.  Un día, empujado  por mi curiosidad infantil, buscaba y rebuscaba algo, había de todo allí, chucherías y también encontré varios libros, gordos, gruesos,  llenos de polillas, con paginas amarillentas. Me senté sobre una carona y empecé a hojear, luego a leer y  después a releer. Había encontrado mi primer libro titulado La cabaña del Tío Tom de Harriet Beecher Stowe, donde narra las penurias de la esclavitud en los EEUU.

No me despegaba del libro. Mamá Conce me llamaba para invitarme cancha con queso o papita con la deliciosa cuchupa. Pasayña taytay, auriqui mamay, le contestaba. Pajarinmi cutimusajj, manacha, mana jamuspaijayja, mamayta ninqui, chay Estebancito jamuchun, acompañahaumpacc, ya mamay, auriqui taytay. (Anda ya papacito. Ya mamà. Mañana vengo, sino le dices a mi Mamá para venir, para que te acompañe, asì le va a decir). Todo para seguir leyendo y terminar  el libro, como lo hice.

Ese libro me acompaña siempre, en mis recuerdos y en mi pensamiento. La novela  trata sobre la esclavitud, abusos y crímenes perpetrados en  el país del tiò Sam, que fueron denunciados por escritores para crear conciencia y superar esas atrocidades, como efectivamente se logró. Aquí en el Perú esos abusos subsisten, ya no en forma de esclavitud, sino de otras maneras y formas. Los escritores que denuncian  estos crímenes son ridiculizados y tildados de rojos, caviares,  terrucos y los abusos continúan y continuarán. Para perennizar los abusos, atropellos, y arbitrariedades está la TV basura, que siguen idiotizando a nuestra  población, para  votar y apoyar a nuestros propios verdugos.




 
RELACIONADAS

SUSCRÍBASE AL BOLETÍN DE HUACHOS.COM

Recibe las últimas noticias del día

Su Nombre Completo
Correo Electrónico


TE PUEDE INTERESAR
Escribe tu comentario