En OPINIÓN LIBRE |

Café con leche

Estando en Chanchamayo, y habiendo visto por todos lados plantaciones de café, no tuvimos mejor idea que adquirir toffees de café.

 


Por: Ferrer Maizondo Saldaña
huachosperu@gmail.com
 

 
"La donna è dolce, il caffè amaro"
Dicho italiano: "La mujer es dulce, el café amargo"

 
PUBLICADO EL 12-04-2016 | Retornábamos de Satipo luego de recorrer gran parte de la Selva Central en comisión de servicios por encargo de la Dirección de Apoyo a la Gestión Educativa Descentralizada (DAGED) del Ministerio de Educación,  para conocer la organización y funcionamiento de las Unidades de Gestión Educativa Local (UGEL).

El Director de la UGEL Satipo,  Éber Rojas Baquerizo, como buen huancaíno, se esmeró en atenciones, hasta hojas de achote obsequió para compartir con los colegas del Ministerio  en prevención de la próstata.

Cruzando laderas, hondonadas, pequeñas llanuras y quebradas cubiertas de espesa vegetación la movilidad avanzó por una carretera asfaltada  bordeando plantaciones de café, cacao, piña, papaya y tangelo; pero, fundamentalmente, naranjas.

A medio día llegamos a Chanchamayo. Selva Alta, paisaje montañoso. Conocida como la capital cafetalera del Perú. Zona de la selva peruana más cercana a Lima. Puerta de ingreso  a Oxapampa, Pozuzo, Villa Rica y Pichanaqui. De clima tropical: cálido, húmedo y lluvioso. Valles estrechos y playas en las  márgenes  de los ríos Chanchamayo y Paucartambo, muestran variedades de cultivos de plátanos, palto, papaya y cítricos.

En La Merced, capital de la provincia de Chanchamayo, ciudad de abundante vegetación, nos ubicamos primero en su sencilla y pequeña plaza sombreada por enormes árboles. Luego, mientras hacíamos hora para embarcarnos hacia Lima, decidimos visitar el mariposario Zhaveta-yard, “mariposa” en asháninka, visualizando toda la metamorfosis por la que pasa una mariposa. El mariposario es también un colorido y mediano zoológico al borde de la carretera  que alberga loros, tigrillos, monos, sajinos, zamaños, peces y serpientes.

Con las maletas y mochilas en el terminal terrestre subimos a la calle posterior y alta del terminal e ingresamos a una de las múltiples  tiendas y kioskos  que ofertan productos y suvenir de la zona.

Enormes fotos de Gastón y Astrid premiando a productores de café y cacao animaron a comparar algunos productos.

Buen local. Muebles cómodos. Mostradores de lujo. Heladera con exhibidores modernos. Mesita de fondo  con diarios y revistas del momento. Una amable  y agraciada señorita ofreció miel y polen de abeja, licores de café, variedad de chocolates, helados de  múltiples y variadas frutas de la amazonía.

Nuestra economía no daba para tanto. Habíamos viajado, como siempre, esperanzados en que depositen los viáticos, dinero que no llegó. Sin embargo, algo había que llevar a la familia y los amigos. Lo más cómodo eran unas bolsas de caramelo de coca  y toffee.  

Estando en Chanchamayo, y habiendo visto por todos lados plantaciones de café, no tuvimos mejor idea que adquirir  toffees de café. La vendedora, con sonrisa cómplice, celebró nuestra decisión. Una bolsa grande para cada viajero.

Al retornar al terminar terrestre y casi con un pie en el bus, ambos viajeros decidimos probar el dulce cremoso recién adquirido. La curiosidad de Miguel Pinedo Rentería, compañero de viaje,  llevó a verificar la fecha de vencimiento del producto; estábamos dentro de los plazos. Al continuar revisando la bolsa, descubrió que el producto no era de Chanchamayo, tampoco un producto nacional. En letra pequeña decía: Made in Colombia.

La subida a Tarma, el ascenso a Ticlio y el descenso a Lima, fue  un viaje  amargo cargando una bolsa de dulces de fabricación colombiana, creyendo haber comprado producto de Chanchamayo, la capital cafetalera del Perú.

Al llegar a casa,  luego de prolongado diez días de ausencia, lo primero que mostré fue el dulce cremoso, comentando la adquisición y posterior descubrimiento que no era producto fabricado en la selva central. Mi hija,  Luz Helena, al leer la boleta comentó que dicho producto también se vendía en el autoservicio cercano a la casa y costaba cinco soles menos de lo señalado en el comprobante de pago  que acompañaba el toffee de café.


 

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