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La rapiña a las arcas del Estado peruano en forma cuantitativa y cualitativa

HISTORIA

Un prestigioso historiador precisa en un cuadro, calculado en dólares, el promedio anual de lo robado desde el siglo pasado.

Desde el 90 hacia hoy, con la excepción de Valentín Paniagua, los cuatro últimos presidentes de la república, están involucrados, procesados, investigados y/o sentenciados por corrupción.
Desde el 90 hacia hoy, con la excepción de Valentín Paniagua, los cuatro últimos presidentes de la república, están involucrados, procesados, investigados y/o sentenciados por corrupción.

 

Por: Oswaldo Carpio Villegas - Profesor en Marketing

 
Alfonso W. Quiroz [1] señala con precisión el volumen de lo robado al Estado peruano en el siglo XX. Precisa en un cuadro, calculado en dólares, el promedio anual de lo robado por década el siglo pasado.

Así, entre 1990 -1909, se roba en promedio, anualmente, 2 millones de dólares; entre 1910-1919, se roba 5 millones; entre 1920-1929,  3’1 millones; entre 1930-1939, 16’5 millones; entre 1940-1949, 29 millones; entre 1950-1959 67’9 millones; entre 1960-1969, 178’6 millones; entre 1970-1979,618 millones; entre 1980-1989, fueron 1,010 millones de dólares; entre 1990-1999, fueron 2,038 millones de dólares (anuales). Final de la década: 20,380 millones de dólares sustraídos al Estado y la sociedad peruana.


El robo y la impunidad han sido crecientes, sin importar crisis económica, catástrofe de la naturaleza (mega-Niño o un terremoto). Al contrario, se aprovecha la desgracia para robar. Así fue con la voladura de torres por los terroristas en la década del 80 del siglo pasado. Se crean empresas de fachada y se aprueba un decreto de emergencia para “reconstruir las torres” sin licitación. De esa forma, el terrorismo fue aliado de la corrupción por un sistema corrupto y corruptor. La corrupción no diferencia el signo del gobierno.

Más de la mitad de los ex-presidentes regionales -ahora gobernadores- están procesados, enjuiciados, destituidos o en la cárcel. Desde el 90 hacia hoy, con la excepción de Valentín Paniagua, los tres últimos presidentes de la república, están involucrados, procesados, investigados y/o sentenciados por corrupción.

La corrupción es ya una cultura enraizada, un pensar, un lenguaje, una forma de vida. La corrupción es, igualmente, conducta, hábito, actitud, una “manera de ser”. El robo a la propia familia; el robo al vecino en el barrio; el robo en las escuelas, los institutos y las universidades; en el sistema judicial, la policía, la prensa y el periodismo; los gobiernos locales, regionales, el Gobierno Nacional, el Congreso de la República; las FFAA, el sector privado –se promueve la corrupción para ganar concursos y se roba a los socios y a los clientes- forman parte de una cultura  corrupta que ha echado raíces en la sociedad y del Estado.
 
 
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Los estudios de opinión pública, inciden -sin excepción- en dos temas que son prioritarios para los peruanos: inseguridad y corrupción, temas íntimamente vinculados.

Se ha construido una cultura de la corrupción. El robo se justifica en todos los ámbitos. “Es mi oportunidad”, “yo también lo haría”, “aseguraría mi futuro y el de mi familia”, “no está mal lo que hizo, tenía que aprovechar”, “todos roban, sería tonto no hacerlo”, “si todos lo hacen, por qué no lo voy a hacer yo”, “si los políticos roban, por qué no vamos a hacerlo los pobres: yo también lo haría si se presentara la oportunidad”, “si se me aparece la virgencita, le doy su resadita” (robar). Todo eso se encuentra en estudios cualitativos en todos los NSE.

La cultura de la corrupción es transversal e institucionalizada. Se ha pasado del engaño del “Pepe el vivo”, a la criollada; de la criollada al pendejo y de éste al pendejo y medio; del que “roba poco es un loco” a robar cada vez más; del que roba al que “roba pero hace obra”; del 10% al 15% y al 20%. De la coima al final del concurso a la coima como forma de pago para “participar en el concurso público” (si perdiste ahora, mañana ganarás).

La corrupción ha destruido la confianza, las instituciones y las relaciones sociales. Es un asunto estratégico, para el Estado, la sociedad, la competitividad e, incluso, la propia sobrevivencia de la Nación. Con esos grados de corrupción no hay desarrollo posible.


[1] “Historia de la Corrupción en el Perú”, Alfonso W. Quiroz, IEP, Mayo de 2013

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