En OPINIÓN LIBRE |

Otra pintoresca leyenda de una de las estancias de San Luis de Huañupiza

SAN JUAN DE YANAC.

Al medio día, después de pastar sus vacas, Justina las reunía en el corral, para sacar la leche y juntarlos en una batea, para luego cuajarla y después elaborar los ricos quesos.

Mientras Justina había estado esperando que la leche cuaje, se había recostado, quedándose profundamente dormida.
Mientras Justina había estado esperando que la leche cuaje, se había recostado, quedándose profundamente dormida.

 

David Vilcapuma Gutiérrez - Licenciado en Educación

 


Desde lo más profundo de mi inspiración otra bonita leyenda pintoresca y original de una de las estancias del pueblo de San Luis de Huañupiza, distrito de San Juan de Yánac, donde la gente va dejando en abandono su tierra. Es un pueblo bello  de hermosos paisajes, que expresan las emociones más profundas de desolación  y soledad.

Es muy lejano del desierto, donde se respira aire puro de verdad, donde aún se bebe  agua del manantial limpia y cristalina, donde uno puede verse sobre el agua como en un espejo, pero lo que más deseaba que se reflejara, era la imagen sonriente de mi querida madrecita Brígida Gutiérrez Girón. (Q.E.P.D).

 


La estancia de Justina
 


Una mañana, cuando el sol empezaba a reflejar, sus rayos de luz, y el cielo se vestía de sombra, por las nubes negras que eran presagio de lluvias intensas. Justina, cogía una manta de entre los pellejos de carnero, el cual estaba colocado en el rincón de la choza.

Luego se ponía la manta en la espalda, como abrigo, y partía hacia las lomas de palmadera, donde pastaba sus ganados.

Al medio día, después de pastar sus vacas, las reunía en el corral, para sacar la leche y juntarlos en una batea, para luego cuajarla y después elaborar los ricos quesos.

Mientras Justina había estado esperando que la leche cuaje, se había recostado, quedándose profundamente dormida.

Entre sueños Justina sentía suaves caricias en sus torneados muslos. En ese momento desde el matorral salió una serpiente feroz, que de rato en rato, se deslizaba cerca a la batea de leche.

Después de varios minutos de haber estado inmóvil, el rastrero siguió deslizándose sacando su lanceta colorida.

De pronto se arrastraba más lento, pero esta vez se dirigía hacia los pies de Justina. Un gran asombro que invadía la emoción de la pastora, mientras el reptil se ocultaba entre sus faldas que cubrían su cuerpo, las polleras se movían como olas en el mar, este malhechor seguía su rumbo, hasta llegar a su vientre; situándose en el ombligo. Luego se paseaba entre sus dos cándidos y redondos pechos.

Justina se sentía encendida, retorciéndose de un intenso gozo. Agitada despertó, y sintió que algo raro había en su cuello, al agachar la cabeza, pudo ver entre sus pechos la cola de la culebra, dando un grito espantoso y aterrador; y en su afán de despojarse del malhechor, se ahorcó por la total presión de la serpiente, quedando inconsciente.

Por suerte Faustino, quien era un viejo morador de la zona, pasaba por allí, montado en su caballo brioso, ve a Justina, tirada al lado de la batea; se baja de un salto de su caballo, y se acerca rápidamente para darle auxilio.

Momento en la que recordó sus años mozos, deseando a la Justina, porque ella siempre le gustó. Acercándose el, tomo de su mano, y en ese mismo instante se da cuenta que un gigantesco reptil, cubría su cuello.

En ese preciso momento Faustino con una gran desesperación, buscó y encontró un cuchillo, para cortar a la culebra del cuello de la bella pastora, pero el riesgo era lastimarla, entonces recordó que cuando era joven, sus padres criaban muchas reses, en la quebrada de Yauritambo, donde las vacas lecheras habían sido amamantadas por una serpiente por la noche.

Al día siguiente al ordeñarla, salía sangre mezclado con la leche de la ubre de la vaca. Entonces, los jóvenes de su edad, prendían fuego en los carrizales del río, y con el humo que emanaba el incendio, los reptiles huían del lugar.

Faustino hizo lo mismo, esta vez con Justina, juntó varias chamizas (paja), y prendió fuego, muy cerca donde estaba tendida la joven pastora. El humo que se producía de este pequeño incendio hacia que el reptil se soltara lentamente del cuello de Justina, dejándola en libertad.

Faustino apresurado se acercó a Justina, la cargó suavemente, sacándola del lugar, dándose cuenta que la respiración de Justina era lenta, en ese instante Faustino, decide hacerle la respiración boca a boca, haciendo que reaccionara Justina, ella al abrir los ojos, se da el encontrón, que estaba en los brazos del viejo Faustino.

Quien la besaba enloquecidamente, despertando pasión y deseo. Años después los pobladores del lugar, contaban que lo habían visto en la ciudad, caminando abrazados, dicen que terminaron casándose.

Chincha, Enero del 2018.

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