En EL DISTRITO |

¡Que baño maravilloso y a mí que ch... me importa ahora!

"Despues de bañarame estaba totalmente limpio, sin manchas, sin granos, sin pecas, sin acné, totalmente lozano, terso, rozagante..." Una crónica de Rigoberto Patiño Cárdenas.

Un relato verídico por el Ing. Químico Rigoberto Patiño Cárdenas

En las vacaciones escolares del mes de Agosto de 1962, me encontraba en Huachos acompañando a mis padres. Mi padre era profesor de Primaria en  Villa de Arma y mis hermanos menores, Maximiliano (alias Yuto), Roberto (alias Miguel Grau) y Fabiola estudiaban la educación primaria en los colegios de Huachos. El primer domingo de agosto mi padre, don Emilio Patiño Pérez,  me sugirió  que con el fin de escapar de la rutina diaria y del relajo de no hacer nada realizara  un   viaje a Tocluche en Capillas,  en compañía de mis hermanos Maxe y Roberto. Yo tan obediente y cumplidor acepté al momento; iba montado en mi ruano EL Cholo un rústico caballo pero, muy resistente. Mis hermanos lo hacían montados en nuestro burrito negro (que era muy travieso y juguetón con los niños).

Partimos temprano del pueblo después del desayuno por el antiguo camino de herradura. Viajamos muy contentos después de pasar por  Chacapatán, Pacure, Ccello Ccello (amarillo amarillo) pasamos por el desvío  a Chacapucro (hoy Miraflores), pasamos por el Escuela Primaria Colegio Unidocente de Pichuta, la antigua casa de mi tía Lina Patiño, hermana de mi padre ya fallecida.

Llegamos a Pichuta, Pichuta Cucho o la cumbre,  seguimos,   volteamos el abra, pasamos por el frente de Chilcani Pampa. Cruzamos el riachuelo, llegamos a la cumbre y comenzamos a descender con dirección a Cajamarca que es un anexo de Capillas Norte. Al acercarnos al desvío del camino a Lluchucho, nos sentimos algo cansados por el viaje y por el calor del medio, cuando en forma repentina se rompe el silencio de la zona y siento a mi alrededor un barullo armonioso. Escuchaba las piadas, los trinos y los cantos de las palomas y de otros  pájaros silvestres. No me daba cuenta de lo que pasaba por el camino, hasta que escuché una infinidad de "Huillhuisch"  de tono agudo, canto muy conocido durante las cosechas de papa. Mirando el camino algo desganado noté como si las piedras o los terrones de tierra se movían por todos lados, al observar más detenidamente veo con gran asombro y sorpresa que estaba rodeado de gran cantidad de pares de pichones de yutos o perdices que corrían delante de nosotros, otros pares cruzaban el camino.

Al mirar hacia atrás mi sorpresa fue mayor y me emocioné por la maravilla de creación divina de la naturaleza, noté que muchos pares de estos lindos y hermosos pichones de yutos nos seguían y acompañaban alegremente, retozaban y picoteaban la tierra, estábamos pasando por medio de una especie de "bolsón" de pichones de yutos. Los Pichones de yuto tenían el plumaje totalmente mimetizados al color de las piedras o tierra gris claro y por eso parecían que las piedras se movían.

Pasamos el desvío a Lluchucho y después de cuatro horas de viaje llegamos a Cajamarca, aquí realizamos un descanso y saboreamos nuestro fiambre. Desde la cumbre de Cajamarca se puede observar Tocluche, que  son estancias de ganado menudo, con chozas de piedras y algunos eucaliptos, el distrito de Capillas Norte, la ciudad con su plaza principal con casas dispersas y la pequeña iglesia mirando el poniente del sol. Llevando la mirada al costado pasando un zanjo grande,  se ve a Cochapampa (no Cochabamba que es un departamento de Bolivia), anexo capillano que se extiende hasta Tocino y limita con Mujec.

Finalmente divisamos a nuestro destino principal ubicado entre Tocluche y Capillas. Era un pequeño oasis a simple vista sobresaliente sobre una pequeña colina. Al aproximarnos notamos que era un puquial natural aislado  en la margen izquierda del río Ccaccaro, tenía una maleza verde y en medio del  verdor se notaba desde lejos como una luna o mancha blanquecina grisáceo como un pequeño manto, (luego les explico lo que era) que se caía hacia el río y se perdía por el desfiladero.

Seguimos el viaje y cruzamos el río Ccaccaro por el vado. Llegamos emocionados al puquial que nos pareció totalmente simple, insignificante. Un puquial común en donde brota el agua corriente sin nada importante, nos sentimos decepcionados, sobre todo mis hermanos que comenzaron a refunfuñar palabras algo subidos de tono  como: "tan largo y duro viaje para ver esto" pero,  luego notamos que el agua que brotaba desde la tierra formando un pequeño chorro de agua hirviente que emanaba vapores y gases de olor desagradable y nauseabundo se congelaba y solidificaba formando una especie de capa de color lechoso, como si fuera cera o parafina derretida, luego más abajo de su recorrido desaparecía sin dejar huellas. La temperatura del ambiente era de unos veinte grados Celsius. Nos lavamos la cara, la cabeza, nos enjuagamos todo el cuerpo, bebimos un poco de agua y llenamos algunos envases para llevar a casa.

Después del aseo me fui a la ciudad de Capillas,  porque está cerca,  a visitar a mis primas las lindas hermanas Angélica y Alcira Medina, hijas de Petronila Patiño; finalmente retornamos a casa a donde llegamos ya de noche. Al día siguiente después de dormir como un lirón por el cansancio del viaje, fuimos a la cocina a tomar el desayuno;  al llegar a la puerta, mi madre doña Fortunata Cárdenas Gutiérrez, nos miró  y dijo:

Hijos, ¿Que les ha pasado en la cara?  ¿Qué se han hecho? Muy asustado y recordando el baño en Tocluche le contesto: ¿Qué pasa?  ¿Qué tiene mi cara  mamá? Mi mamá muy calmada nos dice: “Mejor mírense en el espejo” Corrimos al segundo piso y al contemplar mi cara me sorprendí. Mi asombro fue mayor al notar que la tez y la piel de mi cara parecía de otra persona, estaba totalmente limpio, sin manchas, sin granos, sin pecas, sin acné, totalmente lozano, terso, rozagante y creo hasta me había blanqueado. De igual modo le pasó a la cara de mis hermanos. Comprendí entonces que  era el efecto del baño milagroso y maravilloso del agua del Puquial de Tocluche.

Ahora si puedo explicar con toda propiedad lo que el agua del puquial  de Capillas contiene en disolución. Son sales minerales medicinales como el Sulfato de Sodio o Sal de Glauber, sulfuroso alcalino (de sodio, de Potasio, Litio) o sulfas,  usado para curar las enfermedades cutáneas o de la epidermis. En altas concentraciones o saturadas, a las sulfas los notamos y  reconocemos por su olor desagradable a huevos podridos que,  en la industria de la curtiembre se utiliza para blanquear tejidos y depilar pieles.  La combinación o la disolución de la sal de Glauber con el sulfuro alcalino en las aguas subterráneas es un enigma de difícil entender. La proporción o  cantidad de mezcla es milagrosa y solo Dios sabe. Porque un pequeño exceso del sulfuro de sodio es pernicioso y dañino a nuestro organismo.

El Sulfato de Sodio es una sal cristalina y lechosa que se cristaliza a temperatura del ambiente, se usa en la medicina como poderoso laxante (lava el estómago). El agua termal sulfuroso o sulfurado del puquial de Tocluche no puede ser igualado, según mi modesta apreciación con otras similares aguas termales medicinales del Perú que conozco como las aguas sulfurosas de Churin, Oyón en  Lima,  las aguas medicinales de Chancos y de Monterrey en Huaraz,  las aguas sulfuradas de Yura en  Arequipa, las aguas calientes de los Baños del Inca en Cajamarca,  las aguas medicinales de Huacachina en  Ica y las aguas termales medicinales de San Cristóbal en Huancavelica, instalado en la margen derecha del rio Ichu, al pie del Cerro San Cristóbal y barrio del mismo nombre.

Todo lo leído arriba es hermoso pero,  regresando a nuestra realidad del año 2015, después de saber de que los vecinos de Capillas en el 2004,  agredieron e invadieron contratando y pagando esbirros, matones y gente lumpen en la quebrada a los fundos de la Comunidad de Huachos (Mujec, Pucarume, Buena Vista) que son bienes y activos fijos intangibles no negociables de una comunidad rural desde su fundación como distrito desde el 12 de Setiembre de 1821 y están amparados por todas las constituciones del Perú.

La experiencia vivida y las horas milagrosas que pasé al pisar el suelo capillano lleno de hermosos recuerdos, momentáneamente se borró y se volvió negro en mi conciencia por la triste realidad que prevalece por una actitud insana, retrógrada, mezquina e inculta de las hordas salvajes, hace que mi opinión particular y personal de Capillas y de sus aguas termales sulfurosas y milagrosas sea como dijo Guajaja, un cantante de música afro-peruana, muy conocido "ESTO ME SACA RONCHA Y  A MI QUE CHU...  ME IMPORTA AHORA."




 

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