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Un día, en horas de la mañana, hace más de 4 décadas por la ruta de Watianá

La historia se repite para las hermanas longevas - Anastasia, Emilia y Rufina Solano Páucar - que vuelven a su tierra tras 40 años de dolorosa ausencia.

Dieron la vuelta completa en el camino de la vida, ahora regresan al punto de partida. Este 25 de Junio 2017.
Dieron la vuelta completa en el camino de la vida, ahora regresan al punto de partida. Este 25 de Junio 2017.
 



Por: Eucadio Gutiérrez Solano  Profesor/Periodista

 


Un día, en horas de la mañana, hace más de 4 décadas salieron de su tierra, Chavín,  3 hermanas: Anastasia, Emilia y Rufina Solano Páucar, conjuntamente con sus esposos e hijos, que hoy aún viven, a pesar de tener las edades de 101, 96 y 94 años  respectivamente. Ellas dejaron a su pueblo derramando lágrimas, con el corazón partido, tras sus ganados, hacia la costa, siguiendo un largo trecho de 3 días de camino.

 
« Los cerros que antes están cubiertos de pastos,  se hallaban calatos, y las aguas de los puquiales se habían secado. Los perros aullaban de hambre cada noche. Entonces la salida era imprescindible. »


Paralelamente, la misma época, uno tras otro, partieron también a Chincha sus hermanos Rafael, María y Fulgencia. Noches anteriores a su partida no pudieron dormir pensando  que, de repente, no retornarían a sus tierras. Sus chacras se quedaban y las cositas que tenían de igual forma. Los seis hermanos vivían en Pampacatas, anexo de Marcocancha. Tenían que emigrar de todos modos, pues la sequía era atroz. Sus animales no tenían qué comer, se morían de hambre, y sus perros estaban pellejos como el de Arguedas. Los cerros que antes están cubiertos de pastos,  se hallaban calatos, y las aguas de los puquiales se habían secado.  Era imposible quedarse en la sierra. Los perros aullaban de hambre cada noche. Entonces la salida era imprescindible.

Días antes de la dolorosa partida, en sus estancias y casas, en horas de la mañana, las hermanas siempre encontraban en sus cocinas, en medio de las cenizas, a más de un batracio. –Maldito sapo, malagüero, se decían. Otros días, cerca de sus chocitas  encontraban arrastrándose  a culebras, igual por el camino se topaban con frecuencia   con muchas serpientes, tal vez los animales se despedían, pues nunca más se verían; la hacía en mancha como si se hubieran puesto de acuerdo. Hasta los cóndores, que días antes, habían sacado los ojos de sus terneras, pasaban lentamente como ir tras de un féretro, incluso el zorro depredador de sus ganados se acercaba mansamente para despedirse. Las hermanas nunca reparaban la doliente despedida que le daban los animales, que en otro tiempo habían les habían causado mucho daño. En fin tenían que partir, siguiendo la ruta de Watianá.

 
« Entonces la nostalgia se apoderaba de sus almas, pensando que no volverán tal como presagiaban los malditos batracios y demás  animales. No les quedaba otra cosa que llorar y llorar. »
 

Los animales se dice: que anuncian a los inmigrantes que no volverán a su destino. Lo que quiere decir que las cocinas y las casas sobre, todo de las estancias, nunca iban ser habitados por sus dueños. Así le habían contado sus abuelos a Anastasia, María, Rafael, Emilia, Fulgencia y Rufina. Por eso no podían conciliar el sueño. Noches enteras pasaban despiertos -¿Cómo será eso?, se preguntaban  Entonces la nostalgia se apoderaba de sus almas, pensando que no volverán tal como presagiaban los malditos batracios y demás  animales. No les quedaba otra cosa que llorar y llorar.
 
Y así partieron hacia Chincha, en busca de pastos para sus animales. En la costa pasaron mil peripecias, pero de todos modos no les faltaban pastos. Llegaron algunos años trágicos, si cada quien recordara lloraría. El caso, por ejemplo,  que un solo día morían  de 5 a 10 reses, casi toda la punta, es un recuerdo ingrato que a nadie le debía suceder. Otras oportunidades morían, en menos de una hora, decenas de cabras y ovejas, hinchadas como pelotas. Se trataba de una fatídica tarde. Esto sucedía por comer hierbas como la pata de gallinazo, hojas de pallar y gramas calentadas con el sol. Sucedía por falta de experiencia.

De otro lado, en las temporadas de verano ocurría lo peor. Los animales se morían incontablemente aquí y allá, pues la fiebre carbonosa diezmaba los ganados. Dolorosos momentos que pasó los hermanos, Rafael, Anastasia, María, Fulgencia, Emilia y Rufina. Para la mala suerte de Fulgencia, que ya había fallecido su esposo, se les murieron casi todas sus vacas y encima su hijo Leonardo fue contagiado por la bacteria de la carbonosa, desfigurando su rostro. Milagrosamente el niño se recuperó.

 
 « Después de varias décadas de no volver a su tierra las tres hermanas: Anastasia, Emilia y Rufina Solano Páucar. Eso ocurrirá mañana  domingo 25. »


Ahora, después de varias décadas de no volver a su tierra las tres hermanas: Anastasia, Emilia y Rufina Solano Páucar, están muy animadas para regresar a Pampacatas, donde vivieron y gozaron la fiesta de Santiago, instaurada por sus padres. Eso ocurrirá mañana  domingo 25. Día histórico, de recuerdos mil, llegarán al sendero donde ellas pastearon sus ovejas al lado de las vicuñas, y cuidaron sus animales de noche ante ataque de los pumas, llamado el “león andino”. No podrán recorrer los sitios y los puquiales donde pacieron sus ganaos, con su “puchca” en la mano y su “chapi” al costado, por su avanzada edad. Pero llegaran y enseñarán a sus descendientes las tierras de sus padres Avelino y Santosa.  


Con el correr del tiempo pareciera que los anuncios de los animales fueron ciertos, pues desde esa fecha sus cocinas nunca más ardieron ni fueron usadas. Claro sus descendientes siempre retornaron a ver las pertenencias de sus padres y cultivar sus chacras. También hasta hace poco sus ganados llegaron hasta las lomas de Huancaní, Pascaní, entre otros lugares, ubicadas en la parte baja, solo a unos Km de Watianá. .

Esta vez cerca de 100 descendientes de Avelino Solano y Santosa Páucar estarán como hermanos en Pampacatas poniendo la primera piedra del caserío ecoturístico: ASYSPA. Viajaran hijos, nietos, biznietos y tataranietos de los patriarcas Avelino y Santosa. Será un día de rencuentro familiar, nunca visto en Chavín.
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