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Cola Amarilla

Mochila al hombro los estudiantes iban concentrándose en el patio, dispuestos a recibir las últimas indicaciones e internarse en el Santuario Nacional de Pampa Hermosa.

 

Por: Ferrer Maizondo Saldaña 


La caravana de estudiantes partió de Huancayo, en bus, una mañana de invierno cruel. Frío intenso con ráfagas de viento. Todos protegidos con chalinas, sacones o casacas, cubiertos a su vez con frazadas, ponchos o mantones. 

El bus de color celeste, estampado con las siglas UNCP, conducido por experimentados choferes conocidos como Sacha y el tío Calapuja, recorre  la margen izquierda del Valle del Mantaro, cruza el puente Stuart.  Bordea Jauja. Al fondo la laguna de Paca con sus aguas tranquilas y totorales. Sube con esfuerzo el valle de Yanamarca. Entre polvareda y espanto de las vicuñas atraviesa Lomo Largo, extenso territorio de las alturas de Jauja. 

En el descenso hacia Tarma realizan la primera parada para apreciar las andenerías de Tarmatambo. Cultivos de papas, habas y maíz, levantados sobre terrazas, y organizados en hileras florean la vida de estructuras con base circular y cuadrangular. 


 

« Tarma y su campiña es un valle de flores. Ratifican lo expresado por el italiano Raimondi, quien quedó deslumbrado por el paisaje, calificándolo de “Perla de los Andes”. »

 


Flores, hierbas aromáticas y verduras muestran que es un jardín permanente. Al vuelo, los jóvenes estudiantes  compran manjarblanco. 

Pasando Acobamba resalta al fondo el Santuario de Muruhuay. Es mayo, mes de fiesta, devoción y expresión de fe en la zona.  Celebran la aparición de la imagen de Cristo crucificado sobre una roca. Es la fiesta más larga del Perú; se inicia el tres de mayo y, algunas veces, se extiende hasta la primera quincena del mes de junio. Las bandas y orquestas de arpa, violín, saxos y clarinetes, disputan espacio, sonido y melodía. Pablo Micalay Espinoza, mayordomo principal de la fiesta, danza entre mulizas, chonquinadas y tunandadas. Los hornos de pachamanca bordean el camino.

Cientos de cajas de cerveza refrescan y animan la fiesta. Las casas, en su mayoría de teja y a dos aguas, muestran en sus balcones hermosas huayuncas, (mazorcas de maíz seco entrelazadas).

El desayuno es en Palca, tierra de los siete chupes y las corridas de toros. Disfrutan de papas sancochadas con ají, choclos con queso, café caliente y pan de horno casero en casa del acogedor y hospitalario Benjamín Gonzales Bassini, “el Toffi”. 

Descendiendo y luego del desvío a Huasahuasi (Capital semillera de papas del Perú), el paisaje todavía es andino al ingresar al túnel de Carpapata. La salida muestra un panorama de selva. Un paisaje abrazado por montañas verdes. Al fondo, en lo alto, las cataratas; abajo, el sinuoso cauce del río Tarma con caídas profundas y fuerte correntada genera energía eléctrica en Yanango. En el bus empiezan los sudores y olores; a pesar de ello, algunos se resisten a quitarse las chompas. 

Una serpenteante carretera bordea el río que va descendiendo. Selva montañosa, nubosa y muy lluviosa. Así, se llega a San Ramón, “Puerta de oro de la selva central”, primer punto de encuentro con comunidades ashánincas, lugar de encuentro del río Tulumayo (río que lleva huesos) y el río Tarma (río de la tara); ríos tributarios del Chanchamayo (río torrentoso). 

Sudando a mares se pasa por la parte baja de la Merced, capital de Chanchamayo. El bus se va adentrando por una delgada pista asfáltica bordeada por abundantes arbustos que por ratos golpean la movilidad. A esta altura y con el calor, los varones van solo en bibirí o vividí, que en sus orígenes fueron blancos.

 

 

« Disputando velocidad al río Chanchamayo llegaron a Pampa Hermosa, más allá del medio día. Los estudiantes empezaron a conocer y deslumbrarse del bosque con sus cascadas, riachuelos de agua cristalina y profundos cañones. » 

 


Se hospedaron, siempre buscando lo más cómodo, en casas de madera y techos de palmera a dos aguas, sin paredes o divisiones, construidas sobre columnas, asentadas a orillas del río o quebrada. Casas de estilo asháninka. En los ángulos y paredes del hospedaje resaltan empolvadas canastas de fibras de bejuco, caparazones de enormes tortugas, flechas de punta larga, y en una esquina, variadas calidades de yuca. 

El propietario del alojamiento, un tipo bonachón, amable y de lenguaje rápido y directo, les brindó cálido recibimiento y, lo primero que les recomendó fue que se metieran al río para sofocar el calor.

Entre las frescas aguas del río Oxabamba, lo estudiantes saltaron, chapotearon y gritaron con la mayor libertad posible. 

Luego de la sencilla cena a base de sopa de kion y doncella asada, el profesor del curso de Silvicultura, Roberto Lindo Soto, reconocido Ingeniero Forestal de la Universidad Nacional del Centró del Perú, brindó un panorama de las especies forestales en la zona, y las razones de la visita al Santuario Nacional de Pampa Hermosa.  Les dijo que estaban en el paraíso de los árboles y arbustos, en cuyas ramas pululan cientos de aves, resaltando el gallito de las rocas. Estaban en un bosque montano tropical. En una zona de conservación de orquídeas, congonas, matapalos, nogales, palmeras y cedros. Uno de los árboles de cedro, conocido como el Abuelo, mide cuarenta metros de altura, tiene más de 600 años y, requiere de 16 personas tomadas de las manos para poder rodearlo 

Detalló que el Santuario Nacional está en territorios de las provincias de Tarma y Chanchamayo donde abundan anfibios y reptiles. Una variedad de sapos y ranas. Morada de un copioso número de mariposas. Inmensas paredes rocosas, cubiertas de agua. Entre las copas de los árboles, traviesos monos choros zigzaguean entre saltos. Es uno de los pocos lugares de la amazonía poco intervenido, de ahí que todavía puede visualizarse osos de anteojos y tigrillos. 

También comentó que algunos monos tienen cola prensible que les permite desplazarse por los árboles con agilidad. Son herbívoros, no falta los que comen insectos. El dueño de la posada tenía como mascota un mono choro de cola amarilla, pelaje lanudo y color cobrizo. Juguetón. Andaba suelto y se desplazaba sin temor de los visitantes. En la posada también había en cautiverio un Misha, mamífero que traga los granos de café y al no poder digerirlos, bota los granos enteros, luego éstos se lavan, se secan y tuestan para convertirlos en el café exótico y más caro del mundo. 

Al término de la exposición del docente universitario, la mayoría fue a tomar posesión de sus camas, que en verdad eran tarimas rústicas de color gris-verdoso que mostraban los nudos de los tallos de las cañas de bambú, sin mosquetero, y tenían como colchón esteras dispuestas sobre tallos de caña de bambú. 

Un grupo de inquietos y curiosos jóvenes, futuro forestales, entre ellos, Fidel Palomino Monterola , Telésforo Velazco  Gonzales, Gloria Hilario y Cayo Parra  se quedaron merodeando y, cuando el profesor dejó de tomarles atención, se acercaron a charlar con el  dueño del hospedaje. Cuando los tragos exóticos animaban la conversación aparecieron Robert Pecho, Víctoria Juan de Dios, Cristina Arauco y Magda Gonzales. Completaron el grupo con la llegada de Nila Gamarra, Alejandro de la Cruz, Vicente Juan de Dios y César Mallma.  

Escucharon con mucha atención la descripción del mundo de la selva central.  Árboles milenarios, inmensas cataratas que desembocan en relajantes pozas, rodeadas de helechos gigantes, lluvia de colores entre flores y plantas, y muchos consejos para desplazarse. No beber agua en cualquier lugar. Frotarse con romero o menta para repeler los insectos. Reconocer los caminos y orientarse por los riachuelos. Correr o quedarse quieto dependiendo del animal con que te topes. Diferenciar los sonidos de los animales de la convulsión de las plantas: ¡crash, crash, crash! 

Entre brindis, bromas y risas, se fueron enterando al detalle de la vida en el bosque. Pero, conforme avanzaba la noche los relatos se hicieron oscuros, tristes, graves. Historias de suspenso. Y, al no resistir más detalles crueles, sangrientos y misteriosos, se fueron a dormir, pero con miedo, casi temblando. 

Luego de mil vueltas en su tarima, Telésforo Velazco, el mayor de todos ellos, el de más experiencia y recorrido por el mundo, estaba cogiendo sueño, cuando percibió que una serpiente se deslizaba por su tarima. Estuvo a punto de saltar y pegar un grito, pero se acordó del mensaje del dueño del hospedaje: “Cuando veas o sientas una serpiente, quédate quieto”. Y, ahí se quedó. Sin moverse ni pestañar. 

El animal se enroscaba a su cuello. Mil ideas se agolparon en su mente. ¡Shshshs! Quería adivinar si era un jergón que detecta a los animales y personas de sangre caliente. Tal vez un Shusupe, la víbora venenosa más larga del mundo, que ataca a sus presas solo de noche. Por ratos se imaginaba que era una Mantona o una simple culebra de esas que había en su pueblo Churcampa y, que su padre la mataba de un lampazo. 

Seguía inmóvil. Él era conocido en su barrio porque de un puntapié había espantado mil veces a los perros rabiosos que merodeaban las calles de Chilca y Azapampa en Huancayo. Ahora, ni saliva podía pasar. Empezó a recordar que cuando iba a cazar palomas por Huayucachi y Sapallanga, onda en mano, aplastaba las arañas más venenosas que estaban caminando entre los muros de piedra y barro que cercan las chacras de maíz.  

Hasta que amaneció. Quiso respirar con fuerza pero al recordar que tenía el animal enroscado en su cuello se detuvo.  ¡Shshshs, shshshs, shshshs! A esa hora, sus pensamientos eran un nido de serpientes.  Los sonidos de los animales que circundaban la casa alojamiento era una competencia de frecuencias, duración y melodías. Los sapos y ranas parecía que croaban en coro. 

 

 

« Los estudiantes y el docente se levantaron apresurados, luego del canto y alboroto del gallo en el gallinero. Había que ganar la mañana para no ser afectados por el calor.  Mochila al hombro iban concentrándose en el patio, dispuestos a recibir las últimas indicaciones e internarse en el Santuario Nacional de Pampa Hermosa. » 

 


Cuando ya estaban por iniciar la caminata se dieron cuenta de la ausencia de uno de los compañeros. Al ver que no respondía, dos o tres de ellos corrieron a buscarlo. Ante la demora, el docente ingresó a la habitación y se chocó con una imagen de suspenso y temor. Telésforo Velazco estaba rígido, inmóvil e inmovilizado en su tarima. Temeroso de ser mordido o ahorcado por la serpiente.

Con los ojos de susto, sudando y pálido. Apenas vio a su maestro, hizo un fino y delicado movimiento del dedo índice derecho señalando su cuello. 

El profesor, con la experiencia de un profesional que ha recorrido casi toda la amazonía peruana, y gracias a su espíritu de conservación y respeto a los animales en extinción, retiró con cautela al mono que dormía plácidamente y había enroscado su cola amarilla en el cuello del alumno.  

¡Ufff! , ¡Ufff! Telésforo Velazco recobró color y aires de vida. 

Marzo, 2017, Ferrer Maizondo Saldaña / huachosperu@gmail.com

 

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