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Por: David Vilcapuma Gutiérrez Licenciado en Educación Difusor de la literatura oral de la serranía chinchana |
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En una de sus habituales salidas de caza de perdices, el viejo Caliche se había internado en lo más profundo de las montañas del pueblito de Huañopiza.
Allí, entre la espesura del bosque, divisaba a una serpiente dorada que reposaba tranquilamente en el camino, extendida bajo el sol, junto al tronco de un árbol de airampo.
Para no interrumpir su descanso, Caliche optaba por rodearla sigilosamente. Sin embargo, de manera repentina, un águila gris descendió en picada desde el cielo, atrapando a la serpiente con sus garras y emprendiendo vuelo hacia el horizonte.
La serpiente, sobresaltada al verse apresada, comenzó a moverse desesperadamente y a emitir sonidos que parecían gritos de auxilio: “¡Socorro!, ¡socorro!”. Sin pensarlo mucho, el viejo Caliche levantó su escopeta, apuntó y disparó contra el águila que ya ganaba altura rumbo a la cima de la montaña.
El disparo acertó su propósito: el águila, sobresaltada por el estruendo de la escopeta, soltó a la serpiente en un acto de desesperación y emprendió una veloz retirada para evitar ser alcanzada.
La serpiente, así, logró escapar de la muerte en pleno vuelo y cayó entre los matorrales del huerto de durazno del propio Caliche, sano y salvo.
Chincha, mayo de 2025
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