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Flora y fauna huancavelicana: El chihuaco y las guindas

Ambos se necesitan para sobrevivir en los andes peruanos pero la situación es frágil a causa de la disminución de los arboles de guinda.



Por Marino Ayuque R.

Apenas las guindas comienzan a pintar, el chihuaco toma posesio?n del a?rbol y se instala ahi? con todas las de la ley durante los tres meses que dura por te?rmino medio el apogeo de la planta. Olvida su aficio?n por las lombrices de tierra y se hace completamente frugi?voro.

Le hacen compan?i?a, aunque so?lo a ratos, dos buenos guinderos: el malaco azul y el malaco grande o flor de habas. Pero mientras que e?stos se contentan con picotear la fruta madura, como quien prueba una golosina, el huanchaco se embucha varias docenas de guindas al di?a, entre verdes y maduras.

El chihuaco digiere las guindas oculto entre la espesura del a?rbol y de rato en rato deja caer las pepas. Por eso el suelo de los guindales aparece cubierto de grandes cantidades de huesuelos que, a su debido tiempo, atraen la voracidad de los cerdos, que los mastican sonoramente porque les gustan mucho las almendras diminutas y amargas que encierran adentro.

El guindo es el a?rbol del chihuaco. Alli? vive noche y di?a, disfrutando de una abundancia que no conoce el resto del an?o. La gente asegura entonces que tiene el pico dulce, y su canto es armonioso, optimista, variadi?simo.

Cada man?ana, al rayar el alba, es el primer en romper a cantar, y por las tardes es el u?ltimo que cierra la noche cantando. Pero esta maravillosa armonía andina se encuentra muy frágil debido a que por los cambios del clima, hay una disminución de las plantas de guinda y por ende de la población del chihuaco.

Material de archivo






 

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