El 13 de marzo de 2013, el argentino Jorge Bergoglio, más conocido como el papa Francisco, hizo historia con su llegada a la Santa Sede.
Fue el primer jesuita, primer latinoamericano y primer pontífice de origen no europeo desde el siglo VIII al frente de la Iglesia Católica. Por si fuesen pocos hitos, también es el primer papa desde 1294 que ha convivido con su antecesor durante la casi totalidad de su pontificado. Y ahora, diez años después de llegar a la Basílica de San Pedro, Francisco sigue intentando hacer la institución más transparente y efectiva, no sin la oposición de los sectores más conservadores del Vaticano.
El papa heredó una Iglesia que no dejaba de verse envuelta en escándalos de pederastia y corrupción en la última etapa de su antecesor, el recientemente fallecido Benedicto XVI. Pero Bergoglio quiso desde el inicio que su legado estuviese marcado por la humildad y el acercamiento de la fe a la gente. Un legado que pasaba por la "modernización" de la curia.
Por eso, durante estos diez años de intento de transformación eclesial, Francisco ha criticado abiertamente el capitalismo, se ha mostrado partidario de abolir las leyes que penalizan la homosexualidad, revisar el celibato o el papel de la mujer, ha hablado sobre el aborto, ha puesto medidas para intentar frenar los casos de pederastia en la Iglesia o ha ensalzado la importancia del ecologismo.
"Una de las grandes aportaciones de Francisco es el modo de ser. Tiene esa capacidad de jesuita de 'ver, juzgar y actuar'", explica el escritor y periodista de 'Religión Digital', Jesús Bastante. Un modo de ser que a su juicio se ha exportado al funcionamiento del día a día la Iglesia. "Ha ayudado a desmitificar el concepto mismo del papado, que parecía que era un personaje con tres metros sobre el suelo, que no se equivocaba nunca, e inaccesible. Y este papa eso lo ha cambiado", comenta.
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