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La leyenda de "El Muqui" duende fetiche de la Mina San Genaro, Castrovirreyna | VIDEO

"Un relato contado por mi abuelo Santiago que trabajó como minero en los socavones de la mina que se llama San Genaro, cerca a las lagunas de Choclococha, Huancavelica".

Desde la Cordillera de los Andes en el Perú les relato la leyenda de "El Muqui" un duende benefactor y protector de los mineros.
Desde la Cordillera de los Andes en el Perú les relato la leyenda de "El Muqui" un duende benefactor y protector de los mineros.

 

Por: Marino Ayuque Rodriguez - Huancavelica
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Hace años atrás, mi abuelo Santiago trabajó como minero en los socavones de la mina que se llama San Genaro, cerca a las lagunas de Choclococha y una de esas noches en la fría puna, mientras me alistaba para dormir, me contó esta historia.

 

 

Querido nieto, te voy a contar una historia que me pasó cuando entré a trabajar a las minas de San Genaro. Resulta que cuando ingresé a los socavones, había una gran cantidad de túneles, abiertos a pulso por los obreros que seguían la veta del mineral y por eso las cuevas se parecían a serpientes dentro de la tierra, apenas alumbrados por unos mecheros de querosene y  lamparitas de carburo que se ponían en la frente de nuestros cascos que lo prendíamos de vez en cuando.

 

 

Mis compañeros de trabajo en algunas ocasiones me contaban que dentro de la mina habían visto un hombrecito pequeño con un pico, que constantemente se aparecía y desaparecía en los recovecos que había en los socavones.

El escritor huancavelicano Marino Ayuque.

 

Aquel tiempo yo era un hombre muy joven y robusto, de carácter fuerte como una roca, había entrado a trabajar obligado por la necesidad de mantener a mis hijos y porque la helada de aquel año había matado casi todos mis ganados y tenía pequeños que alimentar, así que no tuve otra alternativa que entrar a los socavones de la mina vecina.

 

Mis compañeros de trabajo me contaron de la existencia de un  singular hombrecito llamado Muqui, que según ellos no superaba los cincuenta centímetros, que algunos lo llamaban duendes o Muqui.

 

Por supuesto que yo nes creí y por el contrario me burlé de sus historias que me contaban entre descansos y cuando masticábamos hojas de coca para olvidarnos  del frío y el hambre.

 

Entonces les dije, yo nunca lo he visto y como no lo he visto, no creo que exista el Muqui- y muchas veces me burlaba  y reía de lo que me contaban mis amigos mineros.

 

Cierto día o noche, porque dentro de la tierra no se sabe si afuera hay luz del o no, yo estaba taladrando las rocas en uno de esos recovecos cuando de pronto sentí que algo se movía atrás en el fondo del socavón, cuando volteé vi  la sombra de un ser pequeño que corría como escondiéndose o jugando y emitía unos gemidos y silbidos, algo así como un chillido agudo, un poco asustado seguí la sombra pensando que quizás algún niño haya entrado a la mina y se había perdido, hasta que me di cuenta que estaba demasiado dentro de la mina, lugar donde los trabajadores nunca habían entrado por el temor de los derrumbes. Es allí donde el diminuto se me presenta y dice.


- Ahhhhh tú, dices que yo no existo, entonces por no creer en mí, tú nunca más podrás salir de esta Mina.


Yo me quedé tieso ante la presencia de aquel ser en miniatura, más o menos de medio metro, de aspecto  bonachón, con la cabeza pegada a su tronco sin cuello, de cabellos largos y rubios, de cara roja y una barba blanca que caminaba como un pato y su piel cubierta de vello.


Cuando escuché las palabras del Muqui, noté que su voz era grave y ronca que no guardaba relación con su estatura, que su mirada era un poco agresiva, penetrante y hasta hipnótica. El duende estaba vestido como minero, con botas de jebe, abrigado por un poncho de lana y un casco de minero, con una lampara de carburo y una soga de pelos de caballo en la cintura a modo de correa,  


Casi asustado, le rogué al hombrecito me deje salir, pero él me dice que sin su ayuda nunca podré encontrar el camino de vuelta, el Muqui por ratos se convierte en comunicativo y me preguntó:  


- ¿ Qué es lo que tienes para que puedas darme?.


-  Yo le respondí: nada Muqui no tengo nada, soy muy pobre y solo quiero salir porque me esperan mis hijos, y ellos deben estar con mucha hambre, a lo que el Muqui me dice:


-Quien como tú, que alguien te espera. En cambio yo vivo aquí solo por una eternidad en las profundidades de esta mina, cuidando los minerales.


- Después de una larga conversación el Muqui se apiadó de mis ruegos y me dijo:


- Yo te veo sincero y bueno, ve con tu familia y llévate esta piedra como recuerdo de nuestro encuentro, Santiago puso la piedra en mi alforja. Dando gracias al Muqui salí apresurado corriendo y siguiendo el camino que el ser pequeño me indicaba.


Al salir del socavón, vine corriendo a casa y le contë a tu abuela y a mis hijos lo que me sucedió, y luego me acordé que el Muqui me había dado una piedra de regalo y con gran sorpresa cuando lo sacó de su alforja vimos que era una pepita de oro, que desde entonces lo tengo como amuleto.


Desde esa fecha siempre que paso por la bocamina del socavón de la mina, dejo un poco de coca, cigarrillos y un botellita de licor, para el Muqui, culminó mi abuelo, luego me cubrió con la frazada y me dijo duerme querido nieto hasta mañana.

 

 

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