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Microplásticos: lo que hay que saber

 

Titulares recientes (incluido el de esta publicación) han generado preocupación por los microplásticos en nuestro organismo y el daño que podrían estar causando.

 

Los científicos afirman que podrían pasar años antes de que comprendamos plenamente cómo estas diminutas partículas de plástico afectan a la salud humana, pero sabemos que se han encontrado desde en las profundidades de la fosa de las Marianas hasta en las alturas del Everest. También sabemos que el plástico se acumula en nuestros cuerpos.

 

“El aire que respiramos, el agua que bebemos, los alimentos que comemos… están ahí”, dijo Richard Thompson, biólogo marino de la Universidad de Plymouth, quien acuñó el término “microplásticos” en un artículo de 2004. “Estamos expuestos”.
 

 

 

 

 

¿Qué son los microplásticos?

 

 

Los científicos suelen definir “microplásticos” como trozos de menos de 5 milímetros de longitud. Los nanoplásticos, que miden menos de 1 micrómetro, son los más pequeños y los que tienen más probabilidades de introducirse en nuestra sangre y tejidos.

 

Los microplásticos provienen sobre todo de otros plásticos más grandes que se degradan con el uso o cuando no se descartan adecuadamente, explicó Jeffrey Farner, profesor adjunto de ingeniería civil y medioambiental en la Facultad de Ingeniería de la Universidad A&M de Florida y la Universidad Estatal de Florida.

 

“Usamos plásticos en zonas o de formas que se prestan a la producción de microplásticos o a su descomposición con el tiempo”, dijo Farner. Por ejemplo, en materiales de construcción que se desgastan al aire libre, en tubos que generan microplásticos cuando se cortan y en la agricultura, como en el mantillo plástico o en sistemas de riego.

 

Más de un tercio del plástico que se produce hoy en día se destina a envases, incluyendo los de un solo uso, como los de alimentos, que en gran medida acaban como residuos. Una bolsa o botella de plástico desechada que llega al océano o a una playa recibe el impacto de la luz ultravioleta, el calor y la abrasión de la arena. A partir de ahí, “se descompone en una enorme cantidad de micro- y nanoplásticos”, dijo Farner.
 

 

 

¿Cómo llegan a nuestro organismo?

 

 

 

Estos micro- y nanoplásticos acaban en el aire, el suelo, el agua y los alimentos. El desgaste de los neumáticos de nuestros coches, por ejemplo, produce partículas que contaminan el aire y el agua. Los microplásticos filtrados de las aguas residuales acaban en lodos que luego se utilizan como abono. Los filtros de plástico de los cigarros llegan a lagos y océanos, donde se degradan con el tiempo.

 

 

Los seres humanos respiran estas partículas y las ingieren. Algunas investigaciones sugieren que las plantas las toman directamente del suelo y las incorporan a sus raíces, dijo Christy Tyler, profesora de ciencias medioambientales del Instituto de Tecnología de Rochester. Cuanto más arriba en la cadena alimentaria esté un animal, mayor será la concentración de microplásticos que probablemente se encuentre en su interior. Los microplásticos también son más frecuentes en los alimentos muy procesados, debido potencialmente a la contaminación procedente de la maquinaria de procesamiento o incluso de la ropa de los trabajadores.

 

Los científicos tienen un conocimiento limitado de si los microplásticos pueden penetrar en la piel y cómo, apuntó Tracey Woodruff, directora del programa sobre salud reproductiva y medio ambiente de la Universidad de California, campus San Francisco. Sin embargo, dijo, algunas pruebas sugieren que podemos absorber microplásticos —y las sustancias químicas nocivas que estos contienen— de productos de cuidado personal como los cosméticos, así como de nuestra ropa, que desprende fibras cuando nos movemos.

 

Nuestros cuerpos parecen eliminar algunos de estos microplásticos, sobre todo los más grandes. Se han encontrado microplásticos en las heces y la orina humanas.

 

 

Jacques Robert, profesor de microbiología e inmunología y de medicina medioambiental de la Universidad de Rochester, dijo que su propia investigación sobre renacuajos alimentados con microplásticos había descubierto que entre el 60 y el 70 por ciento del plástico se excretaba. (Esa investigación aún no se ha publicado).

 

Otros estudios han sugerido que el plástico no excretado en los desechos parece pasar del intestino a la sangre, y de ahí puede migrar a otros órganos como el hígado y el cerebro.
 

 

 

¿Qué sabemos de los efectos sobre la salud?

 

 

 

Los estudios en animales indican que los microplásticos pueden dañar la reproducción, sobre todo la calidad del esperma. También pueden afectar al funcionamiento pulmonar e intestinal y pueden aumentar el riesgo de cáncer de pulmón y de colon, dijo Woodruff, quien realizó una revisión de las investigaciones.

 

La investigación de Robert en renacuajos también ha demostrado que los microplásticos pueden debilitar el sistema inmunitario.

 

Podría ser complicado extrapolar los efectos en humanos a partir de estudios con animales, dijo Tyler, ya que el tipo y la cantidad de plásticos administrados a los animales en entornos experimentales suelen diferir de la exposición crónica de bajo nivel a partículas degradadas que experimentamos nosotros.

 

Sin embargo, hay investigaciones preliminares en humanos que muestran vínculos entre los microplásticos y los partos prematuros, la inflamación y las enfermedades cardiovasculares. Y hay evidencias bien establecidas de que algunas sustancias químicas de los plásticos son nocivas para el ser humano. Entre ellas se encuentran las sustancias perfluoroalquiladas y polifluoroalquiladas, de las que algunas han sido etiquetadas como carcinógenos humanos conocidos o probables. También incluyen al bisfenol A y los ftalatos, que alteran la función hormonal normal.
 

 

 

¿Cómo podemos reducir la exposición?

 

 

 

Una de las medidas más eficaces podría ser simplemente no beber agua de botellas de plástico, sobre todo si han estado expuestas al sol, dijo Woodruff.

 

Otra es no calentar alimentos en recipientes de plástico. Los expertos recomiendan cambiar a recipientes de vidrio o acero para guardar la comida, o al menos transferirla a un plato de vidrio o cerámica antes de calentarla.

 

Comer más fruta y verdura fresca también puede ayudar. Los alimentos envasados y muy procesados contienen muchos más microplásticos, y las partículas también pueden concentrarse en el pescado y la carne.

 

Aspirar regularmente la casa y utilizar un purificador de aire con filtro HEPA puede reducir la cantidad de microplásticos que uno inhala, dijo Tyler, y limpiar las superficies con un paño húmedo puede evitar que las partículas vuelvan al aire.

 

Lavar la ropa de fibras sintéticas, como el acrílico o el nailon, antes de usarla por primera vez, también puede ayudar a reducir tu propia exposición, al eliminar los microplásticos que quedan del proceso de corte y costura. (Por otro lado, esto agrega microplásticos a las aguas residuales). Las prendas de fibras naturales, como el algodón o la lana, no tienen el problema de los microplásticos.

 

Sin embargo, estas medidas tienen limitaciones. El plástico está por todas partes, y a menudo es la opción más asequible. “No todo debería recaer en el consumidor, que tenga que tomar esas decisiones”, dijo Tyler. Tampoco está del todo claro que evitar las botellas de agua o las tablas de cortar de plástico reduzca significativamente la exposición a lo largo de la vida, cuando los residuos de plástico se han acumulado en nuestro suelo, aire y agua.

 

 

 

Los gobiernos, dicen los expertos, tendrían que regular y reducir los plásticos no esenciales para detener esa acumulación. Algunos ya lo han hecho. Estados Unidos y Europa prohibieron el uso de microperlas en los cosméticos, por ejemplo, y varios estados de Estados Unidos están eliminando gradualmente la espuma de poliestireno en los envases de alimentos. Y 175 países han acordado crear un tratado de las Naciones Unidas para acabar con la contaminación plástica.

 

Fuente: New York Times

 

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