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Misterios y realidades que espantan el alma en el distrito de Chavín

En la lóbrega noche chavinera, don Arturo se sentó en el rincón del camino para descansar cuando de pronto vio un grupo de gente que se acercaba sollozando cargando un féretro.

El féretro ya se acercaba cargado por dolorosas personas. El momento era para espantarse y morir de miedo. Los pelos se pusieron de punta y se volvia la piel de gallina.
El féretro ya se acercaba cargado por dolorosas personas. El momento era para espantarse y morir de miedo. Los pelos se pusieron de punta y se volvia la piel de gallina.
 



Por: Eucadio Gutiérrez Solano  Profesor/Periodista


Chavín (distrito de Chincha) es un pueblo andino como otros, de lugares alejados, donde suceden cosas extrañas, paranormales y misteriosas apariciones, que dejan absortos y confundidos a las
personas.


A lo largo del tiempo hemos venido tomando nota de tales casos de personas que algún momento de su vida tuvieron contactos con escenas espantosas, de terror, en que, muchos por no afrontar -a tiempo con valentía- sucumbieron en el camino. Entre ellos, tomamos las versiones de los familiares directos, como padres, tíos y abuelos. Y, como no, de ciudadanos que se encontraron, por la ruta, con “satanás” o espíritus malignos. De modo no es ningún invento nuestro.

Así, Arturo Gutiérrez Lázaro hace más de 70 años, había salido muy temprano a regar su chacra. La noche estaba totalmente oscura. Se levantó de un salto, pensando que ya era tarde y se había quedado dormido. Creyendo que el tiempo le ganaba se puso en el camino con su lampa en el hombro, desde Marcocancha, hasta Maraypata, donde tenía que regar.

Había caminado 2 Km más o menos. Con cuidado, abrigado con su poncho de lana de oveja atravesó el río Huaychau, subió por el camino hacia Chaupicerco. En tanto, dio pasos ligeros. En esa circunstancia, su cuerpo sintió algo raro, parecía que sus piernas estaban maniatadas. Sus cabellos se pusieron de punta. Su sombrero de lana parecía caerse. Fue en ese instante que observó, a unos 100 metros, que se le acercaba un grupo de personas con cánticos fúnebres y lamentos tristes.

Arturo se quedó parado ante la venida sollozante de personas, bultos negros. Y, a unos 50 metros vio que traían un féretro. Sin perder la conciencia, sacándose valor de donde pueda, aunque sus pelos se encrespaban más, subió hacia el borde derecho del camino -escondiéndose detrás de los montes de chaiyara, y chitia- como el gato cazador. Esperó que pase la comitiva dolorosa. Llevaba en su bolsillo, su compañera de siempre, una navaja de acero. Que, según los dichos, este metal es antídoto de los malos espíritus. El féretro ya se acercaba cargado por dolorosas personas. El momento era para espantarse y morir de miedo. Arturo, oyó incluso el chirrido del cajón de madera que portaba el cadáver. El regador, aterrado, sin si quiera respirar, esperó el paso de los acompañantes del difunto, pensando que se dirigían al cementerio de Chavín, ubicado a unas 4 horas de ese lugar.

Cuando la acongojada comitiva bajó al río, sintiendo un poco de alivio en su cuerpo, siguió su rumbo. Se paró unos segundos en el camino, miró hacia el río Huaychau. Fue entonces que se dio cuenta que los caminantes que llevaban el féretro, desaparecieron como si el río se lo había tragado. –Tal vez, por ahí están descansado, se dijo Arturo.

El estanco estaba en el río Huarasaca, a un Km más o menos. Largó el estanco y llevó el agua por la acequia hacia su chacra.  Arturo, terminó de regar su alfalfa, y la noche no amanecía.  Miró el cielo, para ver la hora. En la penumbra vio que la Cruz del Sur, estaba intacta, lo que le indicaba que todavía faltaba para que la noche culmine su recurrido. –Bueno, me equivoqué de la hora, dijo, en su interior, el agricultor. Era todavía noche cuando emprendió el retorno. Cuando llegó a su casa recién amaneció, contándole lo sucedido, sin darle mayor importancia lo presenciado.

En horas de la tarde de aquel día en que madrugó Arturo, por el mismo camino, de modo similar, pasó hacia Chavín, un difunto cargado por sus familiares y amigos. Un ciudadano que vivía por la parte alta de Chaupicerco, familia Lliuya, había fallecido. Arturo y su esposa Fulgencia Solano comentaron, lo que le había asustado a Arturo, era el alma del finado, que se había adelantado de noche, como sucede, -muchas veces, se dijeron. Por culpa de la hora, Arturo tuvo contacto con el extraño suceso.

Hace unos días nos visitó una profesora, hija del ex alcalde Adolfo Manrique. Nos contó, que de Chavín partió hacia Chitiapata, donde estaba su centro de labores, en una mula, en horas de la tarde.

En el largo camino se encontró con una anciana, que le recomendó, pase lo que pase, no bajarse de la mula. La noche iba oscureciéndose llegando a Reventasca. Ya nadie caminaba en esa hora.

Solamente los chasquidos de los insectos le acompañaban por el camino. Llegó al río de Huaychau. La mula cruzó como pueda la corriente del agua, venciendo toda dificultad. La profesora llevándose del consejo de la anciana, se quedó sobre la bestia, aunque el mundo se venga abajo.

Empezó a subir por el camino. La mula dio varios pasos, en ese instante el animal se quedó quieto. Rebuznó muy fuerte. Algo raro sucedía. Respingó como si tuviera miedo. Entonces, como queriendo defenderse, se paró alzando sus patas delanteras, demostrando su valentía. Apenas la profesora se agarró de las cerdas del cuello del caballo, temblorosa, confundida. Después de un rato, la mula comenzó a respirar y siguió la ruta hacia su destino.  Una hora más tarde, la valiente híbrida se paró en la puerta de su habitación, señal que había llegado al lugar, pasando un gran susto. La bestia se había comportado como una amiga y con cariño y cuidado la condujo a la profesora. Llegando a Chitiapata, el diablo casi se lleva a la maestra. Le contaremos en la próxima edición.

Queda claro, lo que le sucedió a la profesora Manrique, fue en el mismo sitio, que satanás le asustó a Arturo Gutiérrez hace unos 70 años. Debe haber otros sucesos maléficos, trataremos de encontrar, para ustedes. Nosotros pensamos que era un caso esporádico. Lo presenciado por la docente es prueba que ese lugar es la “casa” de los malos espíritus.
 

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