En EL DISTRITO |

Recordar es Vivir: "Cine en Huachos - Hora: 8:00pm - Lugar: El Cabildo"

REMEMBRANZAS DEL PUEBLO.

Cuando don Pancho anunciaba, de esquina en esquina, casi como dando un encargo, que proyectaría una película, todos corríamos con horas de anticipación hacia el Cabildo, lugar de la proyección.

 

Por: Ferrer Maizondo Saldaña


En la Escuela  Pre-Vocacional # 559 de nuestro pueblo, allá en la década de los 60 del siglo pasado, además de los clásicos docentes, contábamos con profesionales técnicos  que desde tercer año de primaria iban formando y dando una nueva visión a los niños en el campo agropecuario, carpintería y metal mecánica.

El agropecuario era Vidal Suárez Patiño, un maestro que retornaba a su pueblo a compartir conocimientos y experiencias adquiridos en el  Valle del Mantaro. El maestro de la madera  fue Dario Patiño Yance. Además de un dominio de escuadras, cepillos y laqueados, es un gran cantor de huaynos, mulizas  y carnavalitos, cuya voz, acompañado de su guitarra,  se perfeccionaba en noches de serenata. Quedó enamorado del pueblo y de una bella huachina.

Francisco Díaz, conocido cariñosamente como don Pancho, se desplazaba entre dos mundos: su taller de mecánica y el cine. En su taller fueron  desarmados y vueltos a armar, limpiados y embadurnados de grasa todas o casi todas las máquinas de escribir, cocinas, máquinas de coser, lámparas, lamparines, que existía en el pueblo y sus anexos.

La mecánica fue su actividad principal, la que mayor tiempo le ocupaba; pero, la que más atención generó en los niños  fue su quehacer por el cine, convirtiéndose en el pionero del sétimo arte en Huachos. Cuando anunciaba, de esquina en esquina, casi como dando un encargo,  que proyectaría una película, todos corríamos con horas de anticipación hacia el Cabildo, y ganábamos un espacio entre las primeras filas, porque en la parte central  estaban  los adultos;  al final, medio escondidos, los jóvenes.

Al inicio de aquellas tardes, más que un espectáculo era una gran curiosidad. Ya estábamos todos, parecía que no faltaba nadie, cundo recién aparecía , con el rollo de película en la mano, don Pancho,  su fiel ayudante el Chino Curahua y su inseparable William.

En realidad era una empresa familiar, donde hasta el más pequeño  de sus niños estaba ayudando.  Encendían el motor, pedían silencio al público, cobraban el derecho de ingreso a los ya ingresados y debidamente acomodados en las bancas de madera o en el piso; algunos se atrevían a pedir  crédito o que le cobre a su papá que ya no tardaba en llegar; y, pensar que muchas veces la concurrencia no era muy numerosa.
 
Se apagaban las luces, que no era otra cosa que cerrar puerta y ventas y colocar cortinas negras  para evitar las filtraciones a través de las rendijas; eliminando el contrapunto entre la luz y la sombra.

Muchas películas se repetían incansablemente a pedido de los pequeños;  queríamos aprender  cómo Tarzán se lanzaba y se sumergía en  profundas aguas de ríos y lagos, y, cómo este mismo hombre mono se desplazaba con extremada facilidad por las ramas de inmensos árboles.

En los días, semanas y meses posteriores, Tarzán  fue un modelo que tratábamos de imitar  lanzándonos a las profundas pozas de Tukumachay, Tinco, Pacuri  o Chilcani. Los gritos y gestos no faltaban cuando salidos del agua o antes de ingresar a ella corríamos hacia los bosques y nos trepábamos a árboles y arbustos, creyendo muchas que superábamos a nuestro ídolo.

En días y semanas posteriores el  público vivía  fascinado con las historias. Los personajes se mezclaban en espectaculares viajes al espacio, guerras, coboyadas,  terror, historias de amor, desamor

Y hablando de amor, lo jóvenes ganaban los espacios del fondo, porque en ella los susurros se entendían  mejor, y la oscuridad  daba luces a la inspiración romántica. Muchas fueron una  María Félix; otros  se creían Pedro Infante o Jorge Negrete. Entre sonido, color, movimiento y  narración  tampoco faltó un Gardel.

Risas incontenibles porque presentaban a Cantinflas. "Aquí me tienen ante ustedes y ustedes delante de mí, y ésta es una verdad que nadie podrá discutir. Y ahora me pregunto: ¿y por qué estoy aquí si podría estar en otra parte? Estoy aquí porque no estoy en otra parte y porque ustedes me llamaron, y si el pueblo me llama, el pueblo sabrá por qué lo hizo".

Todos encantados, gracias Don Pancho.

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