|
---|
Ahora que mi novia acaba dar el Sí al hombre de su vida, luego de haberse enterado mi prejuicio tercermundista; esta noche recelosa rompo mi absurda promesa del silencio y rasgando mi nostalgia escribo este breve pasaje con cierto remordimiento que al fin de los años de poco sirvió tanto cuidado, pues se puede vivir feliz sin honor, pero no sin ella.
Recuerdo con timidez; recorrimos el poder legislativo peruano, gobernado por una pandilla de cleptócratas antes de su humillante disolución; raramente enamorado, feliz y algo vanidoso acompañaba a mi novia su breve capricho nórdico, atravesando los pasos perdidos, inesperadamente apareció un caricaturesco congresista y con inocente regocijo ella trató de fotografiar y pedirle autógrafo al bellaco de insufrible gusto por los exóticos traseros.
Inesperadamente sobresaltado y con peregrino sufrimiento y temor, traté alejarla y logré poner a buen recaudo aquel tafanario aristócrata que esgrimía mi Princesa, pues temía que el pobre diablo con su perversa mano hiciera su trabajo sucio y arruinará mi exacerbado honor, ¡Qué humillación incomparable!
@davidauris |
Recibe las últimas noticias del día