Primero, el nombre: León XIV, en memoria de León XIII, el Papa de la primera encíclica social, Rerum Novarum.
Luego, el rostro: la expresión de serenidad y asombro de quien, por primera vez, con vestiduras nuevas y una mirada renovada, experimenta en carne propia lo que sus predecesores vivieron en aquel primer saludo desde la Logia de las Bendiciones. Gritos, cantos, aplausos, vítores de «¡Viva el Papa!» y «¡León, León!», pancartas, banderas, luces de teléfonos que brillan bajo el cielo romano que lentamente entra en el crepúsculo.
Y, por último, las palabras: las primeras palabras pronunciadas con voz firme y acento español:
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