En OPINIÓN LIBRE |

«El silencio en Palmadera» literatura naive de mitos y creencias andinas,

Desde las lomas de San Luis de Huañupiza - distrito de San Juan de Yánac, con una bonita y pintoresca narrativa.

 

 

Por: David Vilcapuma Gutiérrez 

Licenciado en Educación

Difusor de la literatura oral de la serranía chinchana 


Cuando Evarista cuidaba y pasteaba los animales en una pequeña y lejana estancia llamado Palmadera, pasaba horas pensando en la feria de los fines de semana de su pueblo.

Sentía como un fuerte llamado, de querer conocer nuevas amistades en dicha feria, después de ardua labor, partía hacia el pueblo de Huañupiza, donde los fines de semana se reunían los comuneros, para organizar su feria, donde intercambiaban sus productos elaboradas en la zona, así como sus cosechas.

De a poco avanzaba por la lomada, la tarde caía rápidamente, haciéndose oscuro, y cada vez se hacía más largo el camino, hasta llegar a las lomas de Lagaypata, y al mirar hacia abajo, observó una luz inmensa, que por ratos brillaba, como el resplandor del sol.

De pronto, se hizo un gran silencio; solo se oía el crujir de los grillos; y muy de vez en cuando el aullido de un zorro hambriento, (en celo)

Evarista, se asustó y sintió que sus cabellos se erizaron, recordando que cuando era niña y pastaba las ovejas por las lomas de Palmadera, un zorro hambriento le había arrebatado a uno de sus animales.

Desde entonces le tuvo pánico, al voraz y astuto carnicero. Se imaginó que el zorro estaba de nuevo frente a ella; quedó pensativa un buen rato, remedando y desafiando con un aullido parecido al zorro.

Al principio con bastante temor, luego más calmada, lo repetía una y otra vez, hasta que había logrado confianza y atención sobre el zorro.

Ambos se respondían el aullido, escuchándose cada vez con más intensidad; cuando cruzaba por Jatunzanja, solo se oía el eco al otro lado del río Shilcahuilca.

Evarista se moría de miedo, por ratos temblaba y balbuceaba, diciendo Dios mío, Dios mío, dame fuerza para tranquilizarme y poder sobreponerme una vez más a esa fiera.

Horas después, Evarista dio un grito, quedándose con el cabello erizado, estaba frente a frente con el zorro, se miraban fijamente, quedando ella, casi paralizada, al borde del desmayo, al reaccionar, ella pensó que era su imaginación, empezó a correr alarmada sin dirección alguna, diciendo maldito, maldito, maldito zorro, crees que te tengo miedo.

En ese instante, el felino dio un salto y desapareció. Desde ese día Evarista no regreso más a casa.

Dicen que la habían visto caminando por la lomada de Saño, otros pobladores dicen que bajaba entre las rocas, con dirección a Cacacho; otros murmuraban que se había ido lejos en busca de nuevas y mejores oportunidades de vida.

Chincha, Mayo del 2018.

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