Por: Vanesa Monserrat Junco  Profesora - Psicopedagoga aprendimagia777@gmail.com

Pleno siglo XXI y se sigue con estas dicotomías. Se sigue hablando del sexo débil, de “los varones no lloran”. Las chicas deben ser siempre arregladitas, modositas y suaves, sino no son chicas. Y los varones potentes y decididos.

Miles de mujeres consumiendo cosmética, dietas torturantes, operaciones y demás para ser como dicen que hay que ser. Al mismo tiempo, son sostenedoras de hogares, debiendo usar el tiempo de manera exigida todos los días de su vida. A veces, mientras el varón se queda en el bar. Y así muchos funcionamientos más, dados por creencias de siglos, de sometimiento y dominación.

La cultura patriarcal es un pensamiento dicotómico, unívoco, sostenedor de jerarquías y discriminaciones deshumanizantes, que rige la figura “masculina” en parámetro o paradigma de lo humano y justifica la subordinación de las mujeres en función de sus pretendidos “roles naturales” (Facio, A.).

Esto, así enunciado, parece muy teórico. Pero las realidades dan ejemplos de ello todos los días en la mayoría de los ámbitos.

Somos todas las personas quienes debemos estar atentas a de-construir y des-hegemonizar las creencias mentales que nos hacen funcionar en automático y reproducir esa dualidad dominante y discriminadora de roles, capacidades y otras cuestiones de la vida social cotidiana.

Si tu hijo llora, felicítalo. Estarás criando un hombre sensible.

Si tu hija juega al fútbol, felicítala. Estarás habilitando la fuerza física en la niña.

Todo está siendo. Respetar las nuevas maneras de ser quien cada uno es, es un paso a la integración y la verdadera equidad social.