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Crisis en Perú: no todos nacen para ser líderes, ni tienen por qué

“Toca, entonces, buscar en el diccionario un concepto abolido en las manos de Castillo, Boluarte, el Congreso y de los gestores partidarios: dirigir”.

En Mateo 22:14 el Divino Jesús dijo en una oportunidad que “muchos son los llamados y pocos los escogidos.” Quien quiere entenderlo que lo entienda. Foto de fondo: Pelea "callejera" en el hemiciclo del Congreso entre dos legisladores.
En Mateo 22:14 el Divino Jesús dijo en una oportunidad que “muchos son los llamados y pocos los escogidos.” Quien quiere entenderlo que lo entienda. Foto de fondo: Pelea "callejera" en el hemiciclo del Congreso entre dos legisladores.

 

Por: Camila Vera

  Periodista piurana

 

Pedro Castillo usó la banda presidencial para traficar influencias y rebelarse contra la democracia. Incluso hoy, sin mayor cargo que el de prisionero, agita a la opinión pública a través de cartas tendenciosas. Luego Dina Boluarte, la sucesora, prefirió olvidar la naturaleza de su nuevo título –un gobierno de transición– y se apropió del calendario hasta 2026. Lo revaluó –ahora hasta 2023– después de protestas y muertes en el camino.

 

En tanto, el Congreso optó por una agonía lenta para ganar margen y encontrar salvavidas a sus curules aun cuando el reclamo social exige, sin excepciones, una limpieza del Legislativo. Ocurre la misma dinámica con las cabezas de los partidos políticos: con intervenciones esporádicas y solo benéficas para los suyos, pretenden hacer eco en la confianza masiva –si es que todavía queda– y pintarse como alternativas oportunas. Nada más inoportuno que el hambre de poder.

 

Toca, entonces, buscar en el diccionario un concepto abolido en las manos de Castillo, Boluarte, el Congreso y de los gestores partidarios: dirigir. “Enderezar, llevar rectamente algo hacia un término o lugar señalado”. Dirigir es el verbo clave en los altos mandos; por eso, mientras siga en pie la incompetencia en los puestos de liderazgo, el descontento social continuará tejiendo la historia del Perú.

 

Carecer de este talento –porque no todos nacen para ser líderes, ni tienen por qué– reduce el respeto hacia la clase política y hacia la plaza que ocupa incluso mediante elecciones. La desgastada figura de cabecilla, jefe, caudillo o paladín –cada denominación que conlleve a una tarea gerencial– empuja al pueblo a prescindir de ella en el ejercicio de sus propios derechos, como en el de la protesta, por ejemplo.

 

La ausencia de líderes en las manifestaciones es, así, un sinónimo de queja. ¿Por qué involucrar en las filas un rol que no ha funcionado en los estamentos gubernamentales? Sin embargo, omitirlo se convierte también en un motivo para que la crisis se dilate: no hay con quién negociar las demandas. Frente a ese escenario, la ciudadanía puede demostrar su agudeza para elegir a las voces principales y, en un tiempo, replicarla en las urnas.

 

Artículo de opinión publicado inicialmente en La República.

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