Por: Vanesa Monserrat Junco               Profesora - Psicopedagoga argentina

De la hacienda entran y salen las montoneras con el ruido del viento en las pisadas de los caballos. La vida de familia es un arrullo de fortaleza para todo aquello que viniera.

El remolino es a diario , y todas las palmeras se agitan secas como la piel en medio del paisaje anaranjado de aquella Salta atesorada con los recuerdos de la infancia. Todo había quedado allí junto a las causas de independencia en apariencia resueltas, y Güemes yerto en batalla como profecía de eso que se venía en un matrimonio, también arremolinado de pasiones revoltosas.

El valle de Lerma se había transformado en una batalla y en medio de las corridas y escapes hacia el norte con la familia, su cama se transformó en la más ardiente de las sensaciones. Apenas encontrada con sus caderas y pezones, de repente había aparecido un capitán envuelto en  silencio listo para romperse y derramar humedades con el siguiente beso furtivo. Vibrante e impetuoso, con su uniforme lleno de años y experiencias arrasó con las más puras inocencias de esa joven, que dejaba sus encantos de infancia entre los muchos paisajes lista para escribir con letras de mujer. El casamiento fue de madrugada sin la anuencia de las voluntades familiares.

Ya en tierras del hombre, las costumbres chuquisaqueñas les daba un tiempo breve de descanso para armar un nido   y criar dos hijas.

Esa mañana entre sus papeles infinitos, Juana Manuela revuelve en sus cajones para encontrar aquello que alguna vez estuvo en sus manos a fuerza de franqueza despiadada de su padre. Toda su vida había omitido tener un arma en su mano. De la misma manera que no había mirado de frente la violencia de los hombres.   Esa decisión le habría generado no dejar de escribir, de día y de noche, también una escuela, y la cálida y esmerada atención a las hijas y a la cocina.  El impulso de su marido, “su corazón como volcán” era demasiado para sus sueños y realidades. Igual ese día salió a la calle corriendo a los empujones con fortaleza y a sabiendas de todas las difamaciones corridas sobre ella.

Las calles seguían alzadas con las agitaciones que se provocaban en todo momento. A punto de tomar la   ciudad de La Paz y en medio del tumulto de bebidas, gritos y forcejeos, el “árabe Belzu” era despechado con un tiro sangrante e inmediato.

Cuando llegó Juana Manuela solo vio   pasar un grupo de soldados ensangrentados. Las gentes aimara y quechua en borrachera, mezclados con el barro de la plaza junto a las armas tiradas, sables, machetes, lanzas, carabinas, escopetas y pistolas . Se escuchaban los gritos en medio del ruido del caos:

- Lo matò! Lo matò ahí dentro!

- Matò al presidente!

Nadie explicaba a una mujer que sucedía. Adentro del Palacio todo era un tumulto. Quiso entrar, pero no pudo. Soltó el arma que llevaba en la mano y también la entregò al piso, y sola quedò ahí arrodillada esperando ya encontrarse con la realidad de sus pesadillas.

Pasaron días hasta que ese cuerpo que había despertado sus pasiones pudo ser llevado a la última morada en sus brazos. Con las mismas manos que lo había acariciado y con las que escribía en fina tinta, lo limpió y le juró  fidelidad y amor eterno al pueblo día a día.

Siempre aparece alguien muy suelto y seguro de enunciar alguna realidad de otro sueño: “el árabe Belzu, presidente boliviano entre 1848 y 1855 era un árabe cornudo”. Mientras, ella forjaba una literatura femenina en la historia machista de tres países. Otros sueños y otras realidades.

Libros de la autora en circulación :
Aprendimagia de la Psicopedagogía al Aprendizaje del Ser.
Escrtitos del Corazón.Primer libro creativo y colaborativo de Gen Cero Editorial.
Poemarios Abrazo al Poema. y Fuego en Lila