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Entrevista a la Dra. Juana Sancho Gil, referente mundial en Educación

Pregunta: ¿Cuáles son sus recomendaciones a la comunidad docente, a los gobernantes y a la sociedad en general en torno uso de la IA en el proceso de aprendizaje?

Juana M. Sancho Gil es catedrática emérita de Tecnologías Educativas del Departamento de Didáctica y Organización Educativa de la Universidad de Barcelona, España.
Juana M. Sancho Gil es catedrática emérita de Tecnologías Educativas del Departamento de Didáctica y Organización Educativa de la Universidad de Barcelona, España.

 


Por: David Auris Villegas

Escritor/Pedagogo
https://orcid.org/0000-0002-8478-6738

davidauris@gmail.com


“La invitación del profesor David Auris Villegas a mantener una conversación sobre el nuevo tema de moda, la denominada Inteligencia Artificial (AI), me ofrece una nueva oportunidad para seguir pensando y mantenerme en modo aprender.  Gracias, profesor. Como he señalado en distintas ocasiones, la educación sigue siendo mi pasión. He dedicado toda mi larga vida laboral a la educación y si hoy tuviera que elegir a qué dedicarme, no lo pensaría ni un segundo: a la educación. De hecho, de formas diferentes, me sigo dedicando. Sigo pensando, como reconoció Albert Camus al recibir el premio Nobel de Literatura, que sin su madre y sin su profesor, el Sr. Germain, “la mano afectuosa que tendió al niño pobre que era yo, sin su enseñanza no hubiese sucedido nada de esto”. Recibir la mirada atenta, el afecto y el calor de un ser humano que nos reconoce, valora e impulsa a aprender, es el mayor regalo que nos puede proporcionar la vida. ¿Queremos sustituirlo por una IA?” Juana Sancho Gil. Catedrática de Tecnologías Educativas del Departamento de Didáctica y Organización Educativa de la Universidad de Barcelona, España.


David Auris Villegas (DAV).  Estimada Dra. Juana, como especialista en las TICs (Tecnologías de Información y Comunicación), ¿qué problemas de dependencia cognitiva pueden surgir en los estudiantes mediante el uso de la inteligencia artificial?

 

Juana Sancho Gil (JSG). Profesor, gracias de nuevo por su la invitación. En primer lugar, dejar constancia de que más que “especialista en las TICs”, me considero educadora y estudiosa. Desde que participé, a comienzos de 1980, en el primer programa de informática educativa que se puso en marcha Cataluña (España), siempre me han interesado las TICs para pensar y no solo para aplicar.  En relación con la llamada IA (Inteligencia Artificial), para mí, de momento, contamos con una gran multiplicidad de opiniones, muchas de ellas entusiastas, pero muy poca menos investigación empírica.

 

El fenómeno de la dependencia cognitiva, o sedentarismo cognitivo (Sigman y Bilinkis. 2023), aumentó con los recursos digitales que facilitaron la producción y acceso a la información a un enorme número de personas. Pero, como argumenta Savater (1998, s. p.) “No es lo mismo información que conocimiento. El conocimiento es reflexión sobre la información, capacidad de discernimiento y discriminación respecto a la información que se tiene, capacidad de jerarquizar, de ordenar, de maximizar la información”. La facilidad para encontrar las respuestas deseadas, independientemente de su rigor y veracidad; de acceder, prácticamente sin límites, a miles y miles de fondos de información y plataformas -muchas de ellas diseñadas con tecnologías persuasivas para mantener la atención (Fogg, 2003)- y de conectar con colectivos que refuerzan nuestras creencias y visiones, lleva años contribuyendo a la aparición de transformaciones significativas que impactan los procesos de enseñanza y aprendizaje. Aquí podemos considerar la aceleración del denominado “filtro burbuja”, al aislamiento intelectual derivado de algoritmos para personalizar el resultado de las búsquedas (Pariser, 2017). Al fenómeno del “eclipse” y la dispersión de la atención (Fernández-Savater y Etxebarria, 2023; Hernández y Sancho, 2024). Para Fernández-Savater (2023) “la imposibilidad de la atención se ha convertido en un problema de primer orden. La atención no es sólo aptitud para la concentración individual, sino también la facultad de acoger y escuchar, de cuidar los vínculos” (s. p. cursiva en el original). Esta dispersión afecta a una de las claves de la relación pedagógica y del aprendizaje: la capacidad de ser deseante, al deseo de aprender. Para Simone Weil el deseo “es el gran constructor de mundos y la atención, su herramienta” (Arnau y Martínez Gallardo, 2021, s.p.).

 

La llamada IA está contribuyendo a la magia de la tecnología, que viene cargada de promesas de mejora de los individuos y la humanidad. Como toda magia nos encanta y hechiza, pero tiene truco. Como educadores, como personas comprometidas con el desarrollo del potencial de cada individuo, hemos de estar alerta y preparados para, como dice un antiguo refrán, distinguir el grano de la paja. Porque ¿de qué nos sirve que un algoritmo nos ofrezca respuestas cuando lo que ha propiciado los mayores avances científicos y sociales ha sido la capacidad de formular preguntas? ¿Podemos situar y contrastar el rigor, la autenticidad y la honestidad de la información y las inferencias realizadas por la IA? ¿Podemos darle sentido a la respuesta recibida, la entendemos, nos ayuda a aprender sobre nosotros mismos, los otros y el mundo que nos rodea? Sí, sé que son muchas preguntas, y hay muchas más, pero si queremos educar, no tenemos más remedio que encararlas.
 

DAV. ¿La inteligencia artificial puede reducir la brecha de conocimientos y ampliar el aprendizaje más allá de los contextos?

 

JSG. Personalmente, no lo tengo nada claro. Para responder, necesitaría información sobre cómo se sitúa en el contexto educativo. ¿Se entiende como el “oráculo de Delfos”, que nos da todas las respuestas? ¿Somos capaces de situar en qué fuentes se alimenta, de establecer un diálogo crítico con lo que nos ofrece o solo lo aceptamos de forma sumisa?  Trascender nuestros contextos, cuestionar nuestros marcos mentales, requiere predisposición, actitud crítica, capacidad de diálogo y ya es bien sabido que no basta con la mera posibilidad de acceder a la información. Siempre me he sentido muy a gusto en las bibliotecas y cuántas veces he pensado: “si tuviera tiempo para leer todo el saber recogido en todos estos miles de páginas, ¿cómo sería mi visión del mundo? ¿Qué podría hacer y pensar?”. Hoy, damos la espalda a muchas fuentes de saber y nos vamos a lo que parece más fácil, basta con hacer una búsqueda en una aplicación digital y copiar la respuesta. Pero ¿esto es aprender? ¿Me permite ampliar mi contexto? Por ahora, yo diría que no. No tengo otras evidencias.

 

DAV. ¿Se podría afirmar que, tal como sostienen los expertos, la IA es una excelente herramienta para solucionar los problemas educativos?

 

JSG. Para Henry Louis Mencken (1880-1956) “Para todo problema complejo hay una solución que es clara, simple y equivocada”. Y si hay un problema complejo, ese es el de la educación. Es el reto de propiciar a toda la población (independiente de sus condiciones sociales, culturales y física) las condiciones y oportunidades para desarrollar todo su potencial como ser humano en contexto.  Como he discutido en distintas ocasiones (Sancho, 2022), desde la década de 1960, han ido apareciendo soluciones a los problemas de la educación desde la magia de la tecnología. Alfred North Whitehead, profesor de la Universidad de Harvard (1924–1937) afirmó que “la mejor educación consiste en obtener la máxima información del aparato más sencillo”. Pero preguntémonos ¿puede una herramienta como la IA mejorar las condiciones de vida de los seres humanos, reducir las desigualdades, ofrecer acceso equitativo al trabajo, la sociedad y la cultura…? Los problemas educativos son el reflejo de los problemas sociales. En este sentido, un importante reto es que nos estemos centrando en “mirar el dedo”: la IA, mientras nos perdemos la luna: la educación.


DAV. ¿Cree usted que la IA, considerada como la panacea del saber, ¿ayuda a pensar mejor a los estudiantes y usuarios o solo es un espejismo reduccionista que, en lugar de ayudar, los acartona de manera lineal?

 

JSG. No creo que la existencia de panaceas, de remedios o soluciones generales para cualquier problema. De hecho, si miramos la historia del desarrollo de la tecnología (no solo la digital), todo desarrollo tecnológico, produce transformaciones en la sociedad- previstas o no-, algunas beneficiosas, otras indeseadas (Mumford, 1934/ 1971). No conozco investigaciones profundas y contextualizadas sobre el impacto de la IA en el desarrollo cognitivo, afectivo y social de los estudiantes. Abundan las expectativas celebratorias y otras reclamando pensamiento crítico y cautela. Pero ahora mismo, no podría asegurar si ayuda a pensar mejor o acartona. Ojalá no tardemos en disponer de mejor información y podamos tomar decisiones realmente educativas para evitar las consecuencias perniciosas. Si los seres humanos dejan de aprender, ni siquiera podrán enseñarles a las máquinas.

 

DAV. ¿Qué principios éticos fundamentales deben impulsar el desarrollo y el uso de sistemas de IA en el ámbito educativo?

 

JSG. En estos momentos, distintos organismos internacionales, países, sistemas educativos, incluso los magantes de la tecno industria, están hablando de la necesidad de establecer principios éticos para la IA. No veo prescribiendo lo que “debería” hacerse. Pero, como educadora, sí exigiría que cualquier desarrollo pensase en todos los seres humanos y buscase -sin hipocresías- el bienestar y la justicia, minimizando las ansias de poder y de riqueza. Es poco más lo que puedo decir, pero invito a los realmente interesados en la educación a reflexionar, debatir e impulsar principios éticos para un mundo más habitable y acogedor para todos.

 

DAV. ¿La aplicación de la IA en la enseñanza puede contribuir a la homogeneidad del pensamiento o fomentar la diversidad de perspectivas?

 

JSG. De nuevo necesito contexto, necesito situarlo en la propuesta educativa, en los fines propuestos para la educación y en las condiciones de trabajo de los educadores.

 

DAV. Para concluir esta entrevista, ¿Cuáles son sus recomendaciones a la comunidad docente, a los gobernantes y a la sociedad en general en torno uso de la IA en el proceso de aprendizaje?

 

JSG. Lo que yo propondría, no solo en torno a la IA en el proceso de aprendizaje, sino a la Educación, sí, con mayúscula, es comenzar a cuestionar la inercia de los sistemas educativos y comenzar a plantearse cuestiones tales como: ¿Qué es para nosotros la educación? ¿A qué necesidades y desafíos nos enfrentamos en la sociedad actual? ¿Dónde, cómo, quién, qué necesitamos para promover la educación orientada al mundo en el que quisiéramos vivir?

 

Dejo los interrogantes abiertos, a la espera de otros muchos, e invito a las personas interesadas a promover esta iniciativa. Yo me apuntaría.
    

Profesor, gracias por la oportunidad de seguir pensando y debatiendo sobre la educación.

 

DAV. Estimada Dra. Juana, muy agradecido por haberme concedido esta entrevista. Abrazos.

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