En OPINIÓN LIBRE |

La cebollita china en los pastizales

Desde el fundo Chilcaní, anexo de San Luis de Huañupiza, distrito de San Juan de Yánac, propagamos este breve y sencillo ensayo, emotivo y crudo de los tiempos sombríos.

 

David Vilcapuma Gutiérrez - Licenciado en Educación

 

 

                                                                                    Nota Bene: Hasta mediados del siglo XX en el paisaje sociológico del mundo andino había proliferacion de hijos como se decían en ese entonces "naturales", en otros pueblos los llamaban ilegítimos o más crudamente bastardos. En todos los hogares había uno o dos individuos que formaban parte de esta categoria.

 

Esta es un suceso jamás contado, los protagonistas de este hecho son reales, auténticos de carne y hueso, pasaron por estas sendas de nuestra santa tierra dejando muchas huellas muy intensas que yacen en el silencio de las estancias, caseríos y anexos del distrito de San Juan de Yánac, y otras comarcas de la serranía chinchana.

 

Existe un deber moral abordar estas asombrosas ocurrencias que aún permanecen oscuras en la memoria de nuestro pueblo, sucedidos que se dieron por generaciones en la vida cotidiana de las comarcas, los pocos lugareños que todavía radican en ella, cuentan que estos hechos continúan hasta nuestros días.

 

Quizá sea esta una oportunidad para propiciar una discusión y hacer conocer este hecho a la población a través de la literatura, estos actos negativos y despreciables fueron un capitulo negro de nuestros antepasados y algunas perlas en la situación actual de vida.

 

Donde existió el abuso y la explotación extrema, por parte de los mercaderes, especialmente con las mujeres más humildes, a quienes las llamaban yanaconas, muy posteriormente en la serranía chinchana y otras localidades, tenía el nombre de vaqueras, mujeres que eran sometidas y trabajaban de sol a sombra para el latifundista, sin ningún tipo de pago y reconocimiento alguno.

 

También pasaron por una época donde algunos afortunados ganaderos, explotaban, abusaban y mancillaban, a estas pobres mujeres, donde muchas veces, quedaban embarazadas y a consecuencia de los embarazos, varios hijos, hijos ilegítimos, no reconocidos, sin partida de nacimiento y sin documento de identidad.

 

Con el transcurrir del tiempo unos cuantos moradores se convirtieron en apasionados evangélicos quienes llevaban la palabra del señor, predicando como un pastor ejemplar, con la mentalidad de iluminación que prevalecía en ese momento, estableciendo relaciones de confianza y afecto, con las jóvenes pastoras más vulnerable y  humildes.

 

Visitándolas en sus estancias y otras veces yendo hasta las colinas, donde las inocentes pastoras, pasteaban sus animales, y estos malhechores lobos disfrazados de cordero, las alcanzaban y abusaban de ellas sexualmente entre los pastizales, levantándola las hualas, como descascarillar la cebollita china, para un potaje chino.

 

Hagamos historia, pero no de las grandes figuras, sino de los que sufren y esperan la gran promesa incumplida.

 

También hubo abusadores entre los comuneros y aún existen estos elementos mal nacidos que continúan abusando, es decir abusando sexualmente a las pastoras que muchas de ellas por miedo nunca denunciaron, quedándose calladas.

 

Todos estos hechos sucedieron allá y están en el silencio, pero no en el olvido de la población, sino solo en sus limitaciones, mientras no los desenmascaremos está realidad con valentía, seguiremos haciéndonos cómplice de esta cicatriz.

 

Hasta en nuestra generación muchos hemos sido conocedores de este hecho, donde las mujeres no tenían identidad, no conocían sus derechos y obligaciones, menos su historia, tampoco conocían las raíces de su familia y las hay hasta la actualidad.

 

Su escaso conocimiento y su casi nula participación de revelarse ante las arbitrariedades, las obligaban a vivir sometidas y en la marginalidad, de esta verdad se aprovechaban algunos vivos y sinvergüenzas.

 

Aquí solo pretendemos dejar modestamente este sencillo ensayo, para la reflexión y si fuera posible, que nuestros hijos y las generaciones venideras, conozcan su pasado y se proyecten a un mejor futuro.

 

Chincha, febrero de 2020

 

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