David Vilcapuma - Profesor/Escritor

Un pueblo sin literatura, es un pueblo que no tiene voz.

La literatura es algo que está presente en el ser humano desde siempre, constituyendo una herencia de incalculable valor que nos dejaron nuestros ancestros desde los tiempos inmemoriales.

Esta herencia son manifestaciones muy valiosas que muchas veces no valoramos por causas de nuestra ignorancia, incapacidad y decidía.

Enmudeciendo a nuestro pueblo por descuido de sus autoridades, educadores, promotores culturales y población en general, por su indiferencia en recopilar la memoria oral de nuestra Santa Tierra, que aseria una enorme riqueza literaria y cultural.

Por lo tanto no desperdiciemos el potencial creativo que nuestro pueblo posee, es de vital importancia no dejemos de lado nuestra verdadera esencia, nuestro origen, nuestra historia, nuestro sentido de pertenencia y con ello nuestros valores.

Fomentemos la literatura oral, conociendo nuestra historia, para conservar nuestra identidad.

Existen muchos relatos tanto reales, como ficticios algunos de estos hechos han ocurrido en todo los tiempos, por lo que los lugareños mayores aseguran haber sido testigos de muchos episodios similares, convirtiéndose en la riqueza y sabiduría de la cultura viva de nuestro pueblo. Aquí otra cosecha original.

“La vaquita negra de la estancia”

Una mañana de otoño, cuando las alturas aún se cargaban de negras nubes, una joven pastora de vacas, era la protagonista de este hecho real, la muchacha era hija de un matrimonio joven de la localidad, quienes para aliviar su deseo y soledad, había decidido tomar como arriendo unas vacas de mamá Agripina, quien radicaba en el fundo huanca pite.

La joven con mucha alegría, pastaba las vacas por las lomas de tantara cancha, cuando todavía la llovizna humedecía los cerros. A medio día con esmero ordeñaba a las vacas y preparaba sabrosos quesos.

Un día por la tarde, sucedió algo muy extraño, la vaca negra que estaba preñada y a punto de parir, se desplomaba al despeñadero, al percatarse, la pastora se llevó un tremendo susto, alborotándose en llanto y desesperación, sin saber qué hacer.

En ese momento corriendo se dirigió a la casa, donde estaba su hermana y pedir ayuda; entre llantos le contaba lo sucedido, dirigiéndose luego ambas hacia el lugar donde se había caído la vaca, eran momentos de incertidumbre y nerviosismo.

La preocupación de la pastora, estaba centrada en mamá Agripina, de quien era la vaca; optando por dirigirse a la estancia de huanca pite, a toda prisa, marchándose por el camino desolado hasta llegar al fundo, allí entre llanto le contó a mamá Agripina, lo sucedido.

Al enterarse la noticia mamá Agripina, muy enojada le dijo: debiste tener más cuidado con las vacas, pero al ver en llanto a la sobrina, se calmó y haciendo que se tranquilizara, le decía: por algo suceden las cosas, solo dios sabe, regresa tranquila y hazle saber a la familia para que lo sacrifique a la vaca y no sufra, de su cría no se olviden sacarle el cuajo.

Con estas indicaciones, ya más calmada retornó la pastora, dirigiéndose al lugar donde padecía la vaca, acercándose para ver, cuando se percató sus lágrimas le caían de los ojos le dio tanta pena a la pastora que la cogió de la cabeza y lloró con desconsuelo.

De pronto apareció su hermana junto a su donjuán, ellos habían preparado un espacio en dicho lugar, para que el animal no siga rodándose al precipicio, sujetándolo además con una soga en el arbusto del guaglasho.

Horas más tarde la sacrificaron al animal, carneándolo a la pobre vaquita, sacándola la cría, que estaba ya muerto, procediendo a extraerle el cuajo; que tristeza causó este hecho a toda la comunidad.

Chincha, septiembre de 2020.