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Puro humo: el cuestionable rol de Rosa Gutiérrez, una ministra de Salud en apuros

Realiza conferencias de urgencia, promete, viaja, se muestra en diferentes ángulos en los lugares donde hay brotes del dengue, como tratando de sobreponer la rétorica sobre la realidad.

En las galerías de fotos del Ministerio de Salud abundan imágenes de Rosa Gutiérrez supervisando –es un decir– el trabajo de un fumigador, o mostrando el nuevo tomógrafo de un hospital, o caminando en medio de camillas cubiertas por mosquiteros, o abrazando a una enfermera, o ayudando a un niño enfermo a bajar de un avión militar...
En las galerías de fotos del Ministerio de Salud abundan imágenes de Rosa Gutiérrez supervisando –es un decir– el trabajo de un fumigador, o mostrando el nuevo tomógrafo de un hospital, o caminando en medio de camillas cubiertas por mosquiteros, o abrazando a una enfermera, o ayudando a un niño enfermo a bajar de un avión militar...

 

Lo primero que llama la atención cuando uno escucha a la ministra de Salud, Rosa Gutiérrez, es su extraña debilidad por hablar en plural y virar a la segunda persona gramatical. “Le estamos haciendo frente al dengue y en 15 días, te prometo, vamos a resolver esto”, dijo frente a una cámara de televisión el 18 de mayo.

 

Es un recurso retórico que intenta establecer una cercanía con quienes la escuchan, pero que resulta más efectista que efectivo.

 

 

Esta semana lo hizo otra vez durante su presentación en el Congreso, adonde fue convocada para responder por las acciones que su sector ha emprendido frente al desborde del dengue. “Señor, señora, si usted me está viendo, no dude de que voy a seguir trabajando intensamente para que su familia esté bien”. Es el esfuerzo convirtiéndose en disfuerzo.

 

No son casualidades: hay en ella todo un discurso aprendido sobre cómo debe actuar una alta funcionaria del Estado en situaciones difíciles. Lo vimos semanas atrás cuando, sin saber que era grabada con un celular, ‘organizó’ a su equipo luego de un viaje al norte, la zona más afectada por el dengue. “¡A ver, vamos, vamos, pilas. A ver, muévanse. Vengan para acá, tómense la foto (...). Quiero una foto en acción. Vamos, pónganse en acción!”, dijo a viva voz.

 

 

 

 

                     Hay en ella todo un discurso aprendido sobre cómo debe actuar una alta funcionaria del Estado en situaciones difíciles, es decir las esperanzas sobrepasan la realidad                   

 

  

 

 

En las galerías de fotos del Ministerio de Salud abundan imágenes de Rosa Gutiérrez supervisando –es un decir– el trabajo de un fumigador, o mostrando el nuevo tomógrafo de un hospital, o caminando en medio de camillas cubiertas por mosquiteros, o abrazando a una enfermera, o ayudando a un niño enfermo a bajar de un avión militar...

 

Rosa Gutiérrez, ministra de Salud, viajó a Washington con su hijo menor de edad.

 

La ministra no lo sabe, y sus asesores de prensa quizá no se lo han advertido, pero lo que está haciendo es sobreexponerse: el mensaje que quiere dar es que ella está en todos lados, pero el mensaje que lee la ciudadanía es que ella está, efectivamente, en todos lados, pero sin resolver ninguno de sus problemas. La omnipresencia vacía.

 

Por cierto, ya pasaron mucho más de 15 días y está claro que el dengue no se ha ido. Esta semana ya se han contado más de 130 mil casos, que casi duplican la cifra que se alcanzó en el 2017, cuando hubo otro fuerte brote. Los fallecidos suman casi 200, más de 60 de ellos en Piura, la región donde le tomaron la sobreactuada foto que ilustra la página siguiente.

 

 

Esta semana se alcanzaron los 130 mil casos de dengue en el Perú, casi el doble de los que hubo en 2017.

 

Salud y política

 

Sería injusto adjudicarle toda la responsabilidad por el descontrol del dengue a Gutiérrez, quien lleva apenas unos siete meses en el cargo. Como sucedió con el COVID-19 en su momento, esta crisis sanitaria revela otra vez las enormes falencias de la salud pública en el Perú. Y una de las fallas más visibles está en las personas que son elegidas para dirigir ese complicado ministerio.

 

La antecesora de Gutiérrez fue Kelly Portalatino, última ministra de Salud que nombró Pedro Castillo, un mes y medio antes de ensayar su golpe de Estado. Portalatino había sido vocera de Perú Libre y era muy cercana al sentenciado Vladimir Cerrón. Su designación era más un juego político que otra cosa.

 

Antes de Portalatino ocupó el cargo Jorge López. Lo que más se recuerda de él es que pidió (u ordenó) a seis trabajadores de su despacho que depositaran dinero en la cuenta de su expareja, quien después compró un departamento.

 

Un escándalo. Castillo lo relevó, como antes tuvo que relevar a Hernán Condori. De este señor solo se recuerda que promocionaba en redes sociales productos médicos fraudulentos, como esa cosa llamada ‘agua arracimada’, invento sin registro sanitario para estafar a personas con la salud resquebrajada.

 

 

 

 

                 La antecesora de Gutiérrez fue Kelly Portalatino, última ministra de Salud que nombró Pedro Castillo, un mes y medio antes de ensayar su golpe de Estado.                 

 

   

 

Y luego están quienes desfilaron por el Minsa durante la pandemia, como Elizabeth Hinostroza, quien dejó el cargo apenas comenzada la crisis, previendo quizá lo que se avecinaba; o Víctor Zamora, muy cuestionado por algunos errores de gestión pero, sobre todo, por la indolencia que mostró frente al golpeado gremio médico. Luego estuvo Pilar Mazzetti, una de las protagonistas del infame ‘vacunagate’.

 

Volviendo al caso de Gutiérrez, en una crisis como la actual no se necesitan políticos, sino técnicos; y no deben ofrecerse promesas de salvación, sino diagnósticos. Es lo que hace unos días intentó hacer Percy Minaya, alto comisionado del Minsa, para contrarrestar los efectos del dengue. Desde Piura, donde pudo ver de cerca la magnitud del problema, no dudó en admitir errores: “Ha habido un problema en que los establecimientos de salud, en el primer nivel sobre todo, han sido desbordados (...). Hemos tenido ‘sendas’ fallas”, comentó a los periodistas. Él sí lo dijo en primera persona, reconociendo así que, a veces, un funcionario público, o todo un ministerio, se equivoca.

 

Articulo publicado por Ricardo León en El Comercio.

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