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BLOG ACUARELAS TANTARINAS: Sargento Achote

Nunca se le ha conocido preocupación alguna. Su eterna sonrisa y sus frases coloridas e hilarantes han hecho de don Domingo Quispe Violeta, un personaje cosmopolita.

Por: Esteban Saldaña Gutiérrez - Ingeniero Industrial


"Sargento Achote"

De tez blanca, nariz aguileña,  trazas coloradas a manera de venitas cruzan   su  mejilla, de allí  el  sobrenombre  de “puca”, que en español significa colorado. Como sucede siempre en Tantarà, los hijos  heredamos los apodos de nuestros padres.

Nunca se le ha conocido preocupación alguna, ni por casos mayores ni menores. Su eterna sonrisa y sus frases coloridas e  hilarantes han hecho de don Domingo Quispe Violeta, un personaje cosmopolita.  Frases como “sargento achote”, “ñispaja”, “gente silvestre”, provienen de su autoría.

En Tantarà, después de la festividad del 08 de septiembre, que es una fiesta grande,  se celebraba una menor,   en honor  a  la Virgen  del  Perpetuo Socorro, que duraba un solo día, víspera  y día central.  Lastimosamente esa costumbre  ya desapareció.

Le toco pasar cargo a nuestro entrañable personaje. Llegado el día no aparecía ni mayordomo ni banda de músicos. La gente de antaño, no tenían  la paciencia de ahora. Si no llegaban a la hora no eran recibidos, por el contrario se les cerraban la puerta y literalmente eran expulsados, con músicos y todo.

De llegar, llegó, pero tarde. Recorrió el pueblo con su banda y solo encontró desolación. No hubo recibimiento, bienvenida, nada. De la humillación paso a la soberbia. Que tanta vaina, dijo,  …..banda ….. vámonos a Alljas.

Alljas es un hermoso paraje, que queda a la salida de Tantarà, se llega por un caminito zigzagueante, escarpado, saliendo del camino real, que conduce al anexo de Ocrochoca.   Allí vivía la familia Marcos, cultivando sus parcelas llenas de andenerías, donde crecía en abundancia el antalumay y  el muchumuchu.  Se podía encontrar  al “yuto” o perdiz con su camada de huevitos salpicados de colores.   

Envalentonado por el desaire, don Domingo, acompañado por su banda,  se dirigió a Alljas, a pedir la mano  de  su dulcinea, su ahora esposa la Sra. Marina Marcos Tovar. Llegaron a la casa con bastante dificultad. La banda se acomodo como pudo en el improvisado patio y empezó con la serenata. Los muchachos se quedaron boquiabiertos, sorprendidos. No estaban los mayores. Nuestro personaje, que fungía de anfitrión, ordenó preparar la comida. Sin esperar permiso entro a la despensa y desató  las redecillas y sacó el  charqui. De la colpa sacó papas. Entro a la cocina y de la “chaclana”, igual sin autorización, bajó varios  quesos. Toda la provisión del año estaba siendo agotado. ¡Qué  caray!.

Don Bartolomé Pariona Pàucar, que se había quedado como encargado de todo Alljas, por haber contraído nupcias con la Sra.  Saturnina Marcos Tovar,   heredera de don Cosme Marcos Violeta,  vio a lo lejos luces y escuchó música. Quedo paralizado de la sorpresa. Nunca había llegado hasta aquel lugar ni banda, ni gala, ni nada. ¡Ima!, exclamó. ¡huiquiachoy cay, imataj! (¡mala señal o que es esto!). Llegó  por fin a la casa y vio que el autor de  tremendo despelote  era nada menos que don Domingo Quispe. Malicio. Nada bueno puedo esperar, dijo entre sí.   Vio abundante comida. Corrió a la despensa y  comprobó que todo había sido traficado,  el charqui, la papa. Entró a su cocina y vio que sus  quesos habían sufrido bajas.   

Salió al patio como un bólido, justo cuando  don Domingo Quispe al frente de la banda, como dirigiéndolo,  exclamaba  “ataque …..ataque”. Que ataque, ni nada. Agarró lo primero que encontró, el bombo y lo tiro cuesta abajo, que rodó  por entre las andenerías en plena oscuridad. El bombero atrás. El resto de los músicos corrieron despavoridos, temiendo correr la misma suerte.

Volteo los ojos y encontró a un Domingo petrificado, sin atinar a pedir la mano de la novia, que viendo lo sucedido también había huido de la ira  de don Bartolomé.

Escucho un ¡Fuera!.  Me  voy dijo, sin inmutarse, y a modo de despedida  susurró  “gente silvestre” y se fue a reunir nuevamente a los músicos, que extraviados en la oscuridad de la noche se llamaban entre sí.




 

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