Por: David Vilcapuma Gutiérrez  Licenciado en Educación Difusor de la literatura oral de la serranía chinchana.

En una comunidad de la serranía Chinchana llamado paraíso escondido, vivía un anciano en los extremos de un potrero, donde  a diario ocurría manifestaciones extrañas.

Un día cansado de estos hechos decidió contarles a otros comuneros, saliendo en busca de un  brujo en las alturas de la comarca y traerlo para protegerse del mal.

Esa noche reunidos en plena oscuridad, invocaban a través de sermones y rituales para despejar a los falseadores y espíritus malos que rondaban la casa del viejo huraño.

El viejo solitario se imaginaba que algunos demonios bailaban desnudos alrededor de su choza y con el chicote en mano daba vueltas balbuceando.

— Fuera de aquí demonios, diciendo trataba de desalojar al fantasma.

En seguida como nacido del fuego aparecía el Dios de la vida,  avivando esperanzas en el veterano y fortaleciendo su fe en el espíritu sorprendente.

Desde aquellas veces el anciano estaba tan convencido del poder que tenía su Dios, en su afán de protegerse del mal y no morir envejeciéndose pausadamente.

Los lugareños contaban que el longevo oraba con fervor y entusiasmo logrando sus propósitos sanando sus achaques y desechando su odio que los traía desde su niñez.

Dicen que en aquellos tiempos los viejos vivían hasta los doscientos años, pero ninguno de ellos se interesaba en cultivar su fe dejando en el olvido su creencia para alcanzar un lugar en la eternidad.

Chincha, octubre de 2022.