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BENEDICTO XVI, un intelectual y pensador de alto vuelo | VIDEO

Como buen paisano de Hegel y Kant, los fundamentos del pensamiento de Joseph Ratzinger, eran una especie de diálogo armonioso y complementario entre la fe y la razón.

 

Joseph Ratzinger fue un Papa profesor, considerado como uno de los mejores teólogos de la reciente historia de la Iglesia. Su pensamiento es el fruto de una vida dedicada al estudio de la Teología; una trayectoria que ha iluminado mentes y guiado corazones hasta la fe.

 

MONS. GIUSEPPE SCOTTI
Ex presidente, Fundación Vaticana

“Al releer su Opera Omnia, sus textos, se ve como al principio es un profesor que habla como profesor. Se acerca a sus estudiantes con un lenguaje de cierta dificultad, como hacen los profesores. Después, la profundidad de su enseñanza permanece pero el lenguaje es totalmente accesible y la cumbre la alcanza en el Pontificado”.

 

Su prolífica carrera como teólogo comenzó en los años 50. Como docente, su primer trabajo fue en la Universidad de Bonn, en Alemania, en 1959. Para sus alumnos fue un maestro que dejó huella. Desde hace 30 años mantuvieron encuentros con él, incluso cuando era Papa.

 

MONS. GIUSEPPE SCOTTIEx presidente, Fundación Vaticana Joseph Ratzinger
“Es un profesor que estimulaba a sus alumnos, les interesaba al punto que ellos quieren a su profesor, usan el mismo método que su profesor y por tanto, les interesaba y les fascinaba. Y ellos a su vez le fascinaban”.

 

Una de las aportaciones más importantes del legado intelectual de Benedicto XVI es el diálogo fe-razón. Predicó con el ejemplo, debatiendo con intelectuales con opiniones muy diferentes como Jürgen Habermas. Para el primer Papa emérito, fe y razón deben caminar juntas.

 

BENEDICTO XVI
“Fe y razón se necesitan y complementan, no sólo para una comprensión meramente intelectual sino también para alimentar verdaderas esperanzas en la humanidad”.

 

Su obra literaria teológica también es vastísima. Cuenta con casi 600 publicaciones entre las que destacan los tres volúmenes sobre Jesús de Nazaret. Unos best-sellers que enmarcan la figura de Cristo en la historia.

 

MONS. GIUSEPPE SCOTTI
“Él dice, la fe de la que te hablo, el Jesús del que te hablo, el Jesús crucificado, muerto, sepultado y resucitado, es un Jesús que puedes encontrar en la Historia”.

 

En sus casi ocho años de pontificado Benedicto XVI escribió tres encíclicas centradas en el amor, la esperanza y la caridad; cuatro exhortaciones apostólicas y numerosos documentos que han enriquecido el Magisterio de la Iglesia. También son memorables sus decenas catequesis sobre los Padres de la Iglesia, sobre las mujeres, la vida de los santos o la oración. Es el valiosa legado de uno de los intelectuales más reconocidos de los últimos tiempos.

 

Opera Omnia, haga clic...

 

 

Texto completo: El testamento espiritual de Benedicto XVI

 

       

 

 

TEXTO COMPLETO

 

Si en esta hora tardía de mi vida miro hacia atrás, hacia las décadas que he vivido, veo en primer lugar cuántas razones tengo para dar gracias. Ante todo, doy gracias a Dios mismo, dador de todo bien, que me ha dado la vida y me ha guiado en diversos momentos de confusión; siempre me ha levantado cuando empezaba a resbalar y siempre me ha devuelto la luz de su semblante. En retrospectiva, veo y comprendo que incluso los tramos oscuros y agotadores de este camino fueron para mi salvación y que fue en ellos donde Él me guió bien.

Doy las gracias a mis padres, que me dieron la vida en una época difícil y que, a costa de grandes sacrificios, con su amor prepararon para mí un magnífico hogar que, como una luz clara, ilumina todos mis días hasta el día de hoy. La clara fe de mi padre nos enseñó a nosotros los hijos a creer, y como señal siempre se ha mantenido firme en medio de todos mis logros científicos; la profunda devoción y la gran bondad de mi madre son un legado que nunca podré agradecerle lo suficiente. Mi hermana me ha asistido durante décadas desinteresadamente y con afectuoso cuidado; mi hermano, con la claridad de su juicio, su vigorosa resolución y la serenidad de su corazón, me ha allanado siempre el camino; sin su constante precederme y acompañarme, no habría podido encontrar la senda correcta.

De corazón doy gracias a Dios por los muchos amigos, hombres y mujeres, que siempre ha puesto a mi lado; por los colaboradores en todas las etapas de mi camino; por los profesores y alumnos que me ha dado. Con gratitud los encomiendo todos a Su bondad. Y quiero dar gracias al Señor por mi hermosa patria en los Prealpes bávaros, en la que siempre he visto brillar el esplendor del Creador mismo. Doy las gracias al pueblo de mi patria porque en él he experimentado una y otra vez la belleza de la fe. Rezo para que nuestra tierra siga siendo una tierra de fe y les ruego, queridos compatriotas: no se dejen apartar de la fe. Y, por último, doy gracias a Dios por toda la belleza que he podido experimentar en todas las etapas de mi viaje, pero especialmente en Roma y en Italia, que se ha convertido en mi segunda patria.

A todos aquellos a los que he agraviado de alguna manera, les pido perdón de todo corazón.

Lo que antes dije a mis compatriotas, lo digo ahora a todos los que en la Iglesia han sido confiados a mi servicio: ¡Manténganse firmes en la fe! ¡No se dejen confundir! A menudo parece como si la ciencia -las ciencias naturales, por un lado, y la investigación histórica (especialmente la exégesis de la Sagrada Escritura), por otro- fuera capaz de ofrecer resultados irrefutables en desacuerdo con la fe católica. He vivido las transformaciones de las ciencias naturales desde hace mucho tiempo, y he visto cómo, por el contrario, las aparentes certezas contra la fe se han desvanecido, demostrando no ser ciencia, sino interpretaciones filosóficas que sólo parecen ser competencia de la ciencia. Desde hace sesenta años acompaño el camino de la teología, especialmente de las ciencias bíblicas, y con la sucesión de las diferentes generaciones, he visto derrumbarse tesis que parecían inamovibles y resultar meras hipótesis: la generación liberal (Harnack, Jülicher, etc.), la generación existencialista (Bultmann, etc.), la generación marxista. He visto y veo cómo de la confusión de hipótesis ha surgido y vuelve a surgir lo razonable de la fe. Jesucristo es verdaderamente el camino, la verdad y la vida, y la Iglesia, con todas sus insuficiencias, es verdaderamente su cuerpo.

Por último, pido humildemente: recen por mí, para que el Señor, a pesar de todos mis pecados y defectos, me reciba en la morada eterna. A todos los que me han sido confiados, van mis oraciones de todo corazón, día a día.

 

 

       


 

 

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